La soja sube, pero aún está por debajo del promedio de los últimos cinco años

De acuerdo con un informe elaborado por el economista Juan Manuel Garzón del Ieral-Fundación Mediterránea, el 72 por ciento de los dólares que ingresaron entre enero y julio provinieron del agro

Se trata de la participación más alta desde 1992. Solo los cereales, oleaginosas y legumbres, y sus primeros derivados (aceites y harinas), significaron el 55 por ciento. Más puntual aún, solo la soja significa uno de cada tres dólares. 

De allí que la evolución que muestran los precios de los granos es un aspecto esencial para una economía famélica de dólares. 

En ese sentido, las últimas noticias que ha dado la soja –producto del que Argentina es primer exportador mundial en harina y aceite, y tercero del poroto sin procesar– son positivas.

La semana pasada, la oleaginosa anotó una nueva suba que superó el cinco por ciento en el Mercado de referencia de Chicago (Estados Unidos). Es el tercer aumento semanal consecutivo.  

El contrato a septiembre avanzó de 330,97 dólares por tonelada a rozar los 350 dólares, la cifra más alta desde junio de 2018, de acuerdo con un análisis de la consultora Granar

Descontadas las retenciones, el alza se sintió también en la Bolsa de Comercio de Rosario, donde el precio del poroto avanzó de 240 dólares a 255 dólares; y en el mercado de futuros Matba-Rofex, donde la posición noviembre se elevó de 248 a 257 dólares. 

Ventas sin apuro

No obstante, vale decir que si bien la foto exhibe una importante recuperación en el corto plazo, la película de mediano plazo muestra que no se trata de un precio tan atractivo para que el productor argentino se decida a vender los granos que aún tiene almacenados.

Según Garzón, son unas 26 millones de toneladasl as que restan de comercializar, un volumen similar al del ciclo pasado (29 millones) y al promedio de las últimas seis campañas. Significa un 54 por ciento de la producción 2019/20, la tasa más alta de los últimos años, pero que supera también solo por tres puntos a la media de los últimos ciclos. 

Es decir, que no hay una retención del productor muy superior a la de otros años, y además asoma difícil que pueda haber un gran crecimiento de las operaciones.

Para Garzón, la muestra es solo comparar los valores actuales con los de los últimos cinco años: el promedio de la soja en agosto se situó en 242 dólares, por debajo de la media de 250 dólares para este mes entre 2015 y 2019, y ni hablar de los más de 300 dólares del período 2001-2015, cuando hubo momentos en que superó los 600 dólares. 

Cabe recordar que hace un año la soja pagaba una retención del 26,5 por ciento, que hoy se ubica en 33 por ciento. Eso, sumado a la brecha cambiaria y a devaluaciones que son muy pequeñas, no genera entusiasmo entre los productores.

“La brecha cambiaria es muy alta y eso alimenta expectativas de salto devaluatorio. Y con precios externos subiendo, el incentivo a no vender se potencia”, remarcó Garzón a La Voz.

En similar sentido opinó el analista económico especializado en mercados agropecuarios, Salvador Di Stéfano. “El productor es desconfiado. Por ahora seguirá guardando y esperando”, sentenció. 

Maíz

En paralelo, el mercado del maíz también se muestra muy firme con ofertas de 150 dólares por tonelada en Rosario, que superan por 3,4 por ciento los 145 dólares del inicio de la semana.

En Chicago, los valores también subieron: en el caso del contrato a septiembre, 5,8 por ciento, de 128,7 dólares a 136,2 dólares, producto de que comienza a haber síntomas de estrés hídrico en Iowa, el principal Estado productor del cereal del mundo.

Según el analista de mercados Pablo Adreani, en Argentina es de esperar que esta tendencia continúe debido a que exportadores e industriales molineros necesitan comprar 8,2 millones de toneladas, pero solo quedarían en manos de los productores unas 7,2 millones.

Es probable entonces que se dé una puja por el grano que mantenga los precios elevados e incluso los impulse más.

Si bien el maíz es importante para la generación de divisas, no lo es tanto como la soja y tiene como contraparte que, distinto de la oleaginosa que se exporta casi en su totalidad, es un grano que se utiliza mucho a nivel local como principal insumo para alimentar a los bovinos de establecimientos ganaderos y de tambos.

Es decir, que una suba del maíz a la larga puede complicar la inflación, porque deriva en un encarecimiento de los costos de producir carne y leche. 

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