Entre los países que relevó la Julio Calzada, Guido D’Angelo, Emilce Terré y Javier Treboux (analistas de la BCR), se encuentra Brasil y Estados Unidos, que se posicionan como los principales productores y exportadores de commodities agrícolas como soja y maíz a nivel mundial. También Chile y Holanda, reconocidos abastecedores de distintos tipos de bienes primarios, y China, principal importador global de alimentos, entre otros.
Los analistas concluyen que es evidente que los ciclos alcistas de commodities agrícolas difícilmente puedan considerarse la causa última del fenómeno de alta inflación sostenida en Argentina: «La evolución del nivel general de precios en nuestro país responde a numerosas causas coyunturales y estructurales mucho más complejas que la mera suba en los precios internacionales de los granos. Es un fenómeno sumamente difícil de abordar».
El elemento positivo es que estos ciclos alcistas han contribuido en gran medida para mejorar el resultado de la balanza comercial: «La suba de los precios internacionales favorece al Estado al incrementar la recaudación, al mismo tiempo que el ingreso de divisas estabiliza al menos temporalmente las tensiones del mercado cambiario, con la importancia que tiene este último como ancla nominal para los precios», destacan, haciendo referencia a los elementos positivos que no deben soslayarse al analizar la problemática.
«La incidencia del precio de los granos sobre los bienes finales de consumo es menor a la que se piensa«, remarca la BCR. Puede verse por caso que Chile, Brasil, Estados Unidos, Holanda, Nueva Zelanda, Irlanda, China y Alemania no tuvieron la magnitud de subas de precios que registro Argentina en 2020 luego de este incremento en el precio internacional de los granos, sean éstos netos exportadores o importadores de alimentos.
Esto es válido tanto para el índice de precios al consumidor nivel general así como para la medición específica de precios de alimentos y bebidas: «La diferencia es que Argentina viene de una crisis macroeconómica y social muy profunda, agravada por la pandemia, y con un default en su deuda pública externa y en algunos casos, en la privada también». A eso se le suman los factores y causas inflacionarias citadas al inicio de naturaleza algunas estructurales y otras coyunturales. Por eso Argentina tiene los registros inflacionarios que tiene y el resto de los países tienen tasas menores.
Un dato llamativo que comparte la BCR: Comparativamente, el aumento en los precios de los alimentos en Argentina fue menor que el registrado en Brasil y Chile si lo comparamos con el incremento en el índice de precios al consumidor nivel general registrado en cada país.
El precio de los alimentos subió en las tres naciones sudamericanas, tal como muestra el gráfico y cuadro expuesto. Sin embargo, la diferencia entre la evolución del nivel general de precios y los precios de alimentos y bebidas es mucho más pronunciada en Brasil y Chile que en Argentina. En este sentido, en Argentina la suba en Alimentos y Bebidas es un 17% superior al incremento del IPC general, cuando en Brasil esta diferencia asciende al 212% y en Chile a 152%. En el caso de Estados Unidos los alimentos subieron casi tres veces más que el nivel general de los precios.
El diferencial más bajo entre el precio de los alimentos y el índice general en Argentina obedece en parte a los efectos de las políticas públicas implementadas que recibieron la denominación de precios máximos y precios cuidados aplicadas a los alimentos. De todos modos, en enero y febrero de 2021 algunos sectores iban solicitando al Gobierno actualizaciones en los precios fijados en estos programas, ante el avance de la inflación de costos.
Para el caso de Brasil, el salto inflacionario en alimentos observado en 2020 en parte puede ser explicado por una mayor depreciación del real, que el Banco Central busca neutralizar a través de la política monetaria más restrictiva. Para combatir los efectos más adversos de la suba de los alimentos, el gobierno brasilero ha optado por ampliar el programa Bolsa Familia, similar a la Asignación Universal por Hijo argentina, tanto en número de beneficiarios como en los montos abonados, siempre atados al cumplimiento de los calendarios de vacunación y la asistencia a la escuela. Actualmente el programa alcanza a cerca de 14 millones de familias.
Si bien estas medidas tienen un correlato similar a las adoptadas en nuestro país, la historia inflacionaria reciente, especialmente en el 2018 y 2019 como puede verse en el cuadro, ha resultado en una pérdida de confianza en la capacidad de reserva de valor de nuestra moneda nacional, afectando negativamente los resultados obtenidos.
Se observa así que con una mayor relevancia exportadora, Brasil no sufre de una inflación tan elevada como Argentina. En este contexto, atribuir la evolución del IPC argentino exclusivamente a los cambios en los precios de los alimentos es también cuanto menos apresurado. La Canasta Básica Total pondera al nivel Alimentos y Bebidas en un 29% para la Región Pampeana, con un restante 71% de la canasta distribuida entre los gastos realizados en vivienda, ropa, transporte, entre otros bienes y servicios.
A nivel país, la ponderación es apenas superior al 30%. Además, el incremento del 42% en el rubro alimentos y bebidas en el 2020 fue ampliamente superado por la suba del 60% en prendas de vestir y calzado, y del 48% en recreación y cultura.
Indicencia en Argentina
Para relacionar qué parte de la facturación a nivel nacional se reparte entre la cadena de granos y el resto de los sectores económicos y eslabones de la cadena intervinientes con la participación del componente impositivo, la BCR tomó los datos presentados por la Bolsa de Cereales de Buenos Aires (pan y carne vacuna), otros relevados por la entidad rosarina y el examen de incidencia de tributación sobre precio de alimentos del Instituto IARAF del año 2020.
«Se trata de un análisis preliminar que hemos formulado y donde las estimaciones deben tomarse con prudencia», explican. Se realiza simplemente para ver que parte de la posible facturación a nivel nacional le corresponde a cada eslabón de la cadena y al componente tributario.
Se tomaron 4 productos: pan, carne vacuna, carne porcina y huevos.
Analizando de forma detallada el impacto del eslabón agrícola sobre estos 4 productos alimenticios clave de la mesa de los argentinos, se puede ver que en ninguno de ellos la incidencia superaría el 20%.
- En el caso del pan, con un consumo estimado en torno a los 72 kilogramos por año por habitante, el eslabón trigo representaría apenas el 13% de una facturación anual total de la cadena, es decir, concentraría una facturación de US$ 639 millones, de los US$ 4.914 millones que los argentinos gastan en este producto. El Estado en sus diferentes estratos percibiría estimativamente US$ 1.784 millones, mientras el resto de los eslabones se repartirían $ 2.491 millones.
- En el caso de la carne vacuna, con una facturación anual estimada en US$ 8.000 millones en el sector, utilizando el supuesto de la representatividad del corte seleccionado, la cadena de maíz concentraría solo US$ 563 millones, con el Estado percibiendo ingresos por US$ 2.900 millones, y el resto de los eslabones repartiéndose unos US$ 4.561 millones. En la carne de cerdo la participación del costo de los granos sería del 11% del precio en góndola, con ingresos estimados asociados a la cadenas granarías por ventas al mercado interno en US$ 160 millones. El resto de los eslabones percibirían US$ 766 millones y el Estado –en sus diversas jurisdicciones- obteniendo US$ 527 millones erogados por los ciudadanos del país.
- En cuanto a los huevos, cuya venta está alcanzada actualmente por una alícuota de IVA del 21%, tendría una facturación anual estimada en US$ 1.704 millones, el peso tributario sobre el precio de venta alcanzaría el 41,9%, más que la incidencia de la cadena del maíz, y más que el resto de los sectores sumados. Reiteramos que el peso tributario lo medimos conforme a las estimaciones de IARAF.
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