La Pulpería: un rincón gaucho escondido en la playa más exclusiva del país

Cuando comenzó la urbanización, en 1975, la familia Guerrero, dueña de las tierras, contrató a Martín Villamil, un hombre de la localidad bonaerense Gral. Belgrano, para que se encargara del loteo de las calles y el tendido de cables de luz. Unos diez años después, y con la intención de reflejar la cultura gauchesca, Villamil inauguró el primer restaurante de Cariló: La Pulpería. Una parrilla con asador criollo, réplica de una pulpería original con cuatro paredes y techo de paja a dos aguas, manteniendo el estilo campero tanto en la vestimenta de los empleados como en la decoración.

Hoy, 37 años después, quien lleva las riendas del lugar es Ezequiel Villamil, hijo de Martín. Aunque sufrió algunas reestructuraciones, La Pulpería aún conserva aquella esencia. Adornos, las mismas aberturas, la famosa “reja” y hasta algunas sillas “que todavía se hamacan un poco”. “Hay que mantener la calidad y entender que cada cliente es especial. Hay que cuidar a todos”, reza Ezequiel, mientras conversa con Sergio, el parrillero estrella del lugar, que trabaja con los Villamil desde los años ’90.

Ezequiel, quien recuerda que su infancia en el boscoso Cariló se centraba en andar en bicicleta todo el día con sus hermanos y volver a casa a la hora de la cena, divide su tiempo entre el negocio familiar y su pasión por el tenis. Cuenta que empezó a trabajar en La Pulpería a los 16 años como metre, después fue el encargado del lugar y decidió quedarse. “Voy a trabajar acá hasta el fin de mis días, y cuando no esté más verán mis hijos qué hacer. Yo quisiera que hagan su propio camino”, comenta en relación al futuro del comercio.

Calidad y atención: el secreto para sobrevivir

Pero, ¿cómo logró este restaurante histórico perdurar en el tiempo y convivir hoy entre otras tantas propuestas gastronómicas, incluso con parrillas modernas?

Al respecto, Ezequiel explica que “cualquiera abre un comercio. El secreto está en mantener la calidad de los productos y en prestar atención a cada materia prima que usamos. Desde que una milanesa napolitana tenga un buen queso y un buen jamón cocido natural, hasta que la carne sea buena, tierna y sin grasa”.

Sin embargo, como a la gran mayoría de los argentinos, la pandemia y sus consecuencias también llegaron a La Pulpería, que pasó de estar abierta durante todo el año a cerrar sus puertas por ocho meses en 2020. “Fue muy duro. Hubo que pagar sueldos, impuestos y en algunas cosas nos atrasamos. Recién en 2021 pudimos empezar a ponernos al día, y este año, a pesar de que la temporada viene bien, seguimos saneando cuentas”, afirma Ezequiel.

Un negocio 100% familiar

Con un menú que se caracteriza por la variedad de platos campestres y calidad de la materia prima, en La Pulpería la estrella es ese toque casero que logra transmitir a sus visitantes la sensación de estar compartiendo un asado con la familia o amigos. Entre los mejores platos, Ezequiel menciona tres: el bife de chorizo, la brochette de pollo o lomo y los canelones de espinaca, hechos con una receta de su abuela.

Otro must del lugar son los postres, entre los que sobresalen la mousse de chocolate, elaborada por Claudia, esposa de Ezequiel, y el budín de coco, que tiene su propia historia. “La creadora es una mujer alemana, que cuando se puso mayor y dejó de vendernos el budín, le pedí la receta y me la negó porque era un legado familiar. Insistí, insistí y me dijo que cuando me casara me la iba a regalar. Tiempo después de haberme casado con Claudia, la encontré en la calle, le mostré la alianza y ella me citó en la casa para darme la receta, que obviamente está bajo llave desde entonces”, aclara Ezequiel.Encontrá la parrilla que necesitás

La Pulpería, ubicada actualmente en una galería junto a otros seis locales en Av. Divisadero 1490, encierra detrás de sus puertas la trayectoria de toda una vida familiar dedicada a la gastronomía, y nos introduce a un viaje en el tiempo desde la tranquilidad del bosque y la bravura del mar, a los rincones más recónditos de nuestra tradición.

Con música folklórica de fondo, mozos vestidos de gauchos que recorren incansablemente los salones y patios, y el aroma inconfundible del asador criollo, este histórico lugar es elegido por familias de todas partes de la Argentina. Muchos vinieron de chicos con sus padres y ahora, 30 años después, vuelven con sus hijos.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *