Al igual que los cerdos, los prejuicios tienen patas cortas

Las voces disidentes advierten sobre las consecuencias ambientales que podrían tener las radicaciones de las megagranjas. También, sobre una supuesta pérdida de soberanía alimentaria, por considerar que la producción que se realizará en el país será para alimentar a consumidores chinos.

Lo concreto es que, mientras no haya precisiones sobre cómo será la estructura del negocio, expresarse en su contra tiene más de prejuicio que de advertencia. Oponerse a su concreción por los peligros que podría generar al ecosistema es menoscabar la capacidad que tiene el sector agroindustrial de ser sustentable y de generar proyectos de triple impacto, que contemplen sus lados económico, social y ambiental.

Los buenos ejemplos sobran y pueblan el territorio nacional. Casi el ciento por ciento de la agricultura se hace en sistema de siembra directa, lo que convierte al país en el que más carbono captura por esta actividad, además de que usa la menor cantidad de combustible fósil para producir una hectárea de granos. Nada mejor que el modelo de agricultura moderna para cuidar los recursos naturales.

Poco y nada

Si bien es cierto el interés de China por producir cerdos en Argentina, la iniciativa aún carece de definiciones básicas. Quienes conocen de cerca el proyecto original y han mantenido reuniones para llevar a cabo su concreción sostienen que se necesita la firma de un memorándum de entendimiento entre ambos gobiernos para que comience a tomar forma.

Este paso es considerado fundamental debido a que los productores chinos que llegarían al país para asociarse con inversores locales traerían fondos del Estado. El músculo financiero sería a través del EximBank, uno de los tres bancos institucionales en China constituidos para implementar las políticas en la industria y en el comercio exterior.

En los papeles, está escrito que el objetivo de los chinos es producir en el país 100 millones de cabezas de cerdo en un plazo de ocho años, lo que significaría multiplicar por 15 la actual producción nacional. Se piensa en criaderos de entre 15 mil y 20 mil madres, con una producción de hasta 80 mil toneladas de carne por establecimiento. Cada una de estas unidades productivas demandaría al año 250 mil toneladas de maíz y de soja.

La idea inicial sería armar en los próximos cinco años entre cinco y 10 joint ventures, integrados en 70% por fondos chinos y en 30% por inversores nacionales. En cuanto a su distribución geográfica –lo que estaría asociado a la posibilidad de generar empleo regional–, se apuesta a radicarlos en el sur de Córdoba y en las provincias de Santa Fe, Salta y Santiago del Estero, donde la generación del alimento tenga poca incidencia de los fletes en el costo final.

Más allá de las necesidades de China, como puede ser en este caso garantizarse la provisión de cerdo para su mercado interno, no es fácil avanzar en acuerdos con ese país, según coinciden representantes de los sectores público y privado. Ambos recuerdan los 13 años que demandó la negociación para que el país asiático abriera en 2011 las importaciones de carne bovina argentina.

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