El tambo de los Alquati: invierten «sin miedo» en un campo alquilado y ya cobran más por la calidad de la leche

En Susana, provincia de Santa Fe, la familia Alquati trabaja con un sistema muy interesante, en tierra arrendada, con objetivos muy sólidos y metas cumplibles, invirtiendo y creciendo.

Son días de frío intenso, pero la recorrida por la nueva sala de ordeño vale la pena. En 2011 este tambo arrancó con 90 vacas, ahora tiene 217 vacas propias en ordeño y la fosa con 12 bajadas estaba quedando chica.

Con la oportunidad de alquilar un lote lindero más, ya proyectan la incorporación de otros 60 ejemplares que están en ese tambo, que se cierra momentáneamente hasta poder generar condiciones y alimentación para reabrirlo más adelante y seguir creciendo. El objetivo: alcanzar dos unidades de ordeño independientes que sólo compartan maquinaria y estrategia.

Joaquín Alquati es ingeniero agrónomo y conduce el establecimiento que encabeza su padre. “La idea de esta obra que terminamos hace muy poco fue agrandar la sala porque estábamos en muchas horas de trabajo, en muchas vacas por bajada, entonces lo estiramos y le agregamos 8 bajadas más”.

La rutina es exigente, son tres ordeños diarios que demandaban tres horas, más media de lavado. Ahora con lavadora automática se logró recortar media hora a la rutina de extracción y 15 minutos a la higiene. Por lo tanto, en el día tienen ahora 2:15 horas menos de tareas: “Tenemos un sistema dry lot con vacas de alta producción y con estas estrategias bajamos el tiempo de trabajo de la gente”.

Junto al Ing. Mariano Ibarra, explican: «Aumentamos 14 por ciento la producción haciendo un tercer ordeño, que sumando los costos de producción, queda un cinco por ciento libre, por eso la decisión de avanzar a las tres veces, pero siempre adaptando el sistema. Por eso la gente que hace el tambo se dedica solo a eso. Otras personas inseminan, rabastean, hacen la guachera”.

Un tambero responsable es el que organiza al personal de la unidad, con tres personas en la fosa y otro que hace de “vaquero”, que es quien organiza el ingreso de los animales.

“El trabajo de la extracción de leche es super pesado, por la rutina, pero hoy en día si se quiere invertir en tecnología se puede reducir el esfuerzo del personal”, explica y muestra los retiradores automáticos que tienen las 20 bajadas, que mejoran el procedimiento.

Todo el personal tiene como mínimo un descanso durante el fin de semana cada 15 días, con una carga diaria laboral que no supera las ocho horas.

Esta forma de organizar el trabajo hizo que en 2020 la guachera tenga 3,12% de mortandad y 8% de natimortos. La combinación de ambos valores hacen a una evaluación positiva.

Además, el confinamiento y segmentación de corrales hacen que también funcione la recría.

La ampliación del tambo de los Alquati

Claro que pensar en la expansión de un tambo no es sencillo, más allá de la inversión, entran en juego los plazos de la obra y las complicaciones en el ordeño. “Veníamos con la idea de una ampliación. El precio de la leche venía acompañando, la empresa Saputo nos dio un crédito y a partir de ahí avanzamos”. Los Alquati recurrieron a un experto en estos temas, Dante Grangetto fue quien evaluó las posibilidades y diagramó la obra que les hizo dar un salto importante, de 12 bajadas a 20, superando el objetivo intermedio de 16.

La ampliación comenzó por fuera del tambo, hacia el sur de la sala, manteniendo la pared de la fosa, intercalando tareas con los horarios de ordeño, avanzando con el piso, e incluso la extensión del techo que tiene chapas que permiten el ingreso de luz natural y reducen el consumo eléctrico durante el día, pero con un sistema de iluminación mejorado y adaptado a la necesidad de los trabajadores y de los animales.

El desafío mayor se dio en dos días, cuando se tiró la pared de la fosa, se hizo el revoque y la unión definitiva de la nueva fosa, con el logro de no haber tenido que dejar de ordeñar de los dos lados de la sala con los equipos existentes, más allá de la incomodidad de los animales ante las novedades.

Grangetto coordinaba, Nabla Ingeniería se encargaba de la obra civil, Servitambo estaba sobre la ordeñadora -que ahora tiene un sistema de portantes que aleja los riesgos del techo en días de tormenta- y los retiradores, mientras que los bretes llegaron desde El Trébol.

Todo estuvo bien organizado y con trabajo de calidad, el resultado está a la vista y se disfruta desde el primer momento, con un corral de espera más amplio, con mejor ventiliación y aspersores, agregando una mejor circulación para animales y personal.

Los equipos de frío son dos que se utilizan al mismo tiempo y fueron reubicados, más cerca de la ordeñadora y con el sistema eléctrico adecuado para su funcionamiento.

El objetivo es llegar a 350 vacas en ordeño. Pasar de unos diez mil litros actuales, a 14 mil. A partir de ese momento deberían pensar en más inversiones, en el nuevo campo que arriendan, para tener en funcionamiento dos unidades de tambo.

Mirada en crecimiento en la lechería argentina

Esta tierra, por completo arrendada, recibe inversiones de consideración y esto es lo que a muchos sorprende, pero en definitiva es lo que corresponde para poder avanzar. “Hicimos números para entender si teníamos que invertir en un campo alquilado y el retorno económico nos demostró que toda la inversión es posible recuperarla en siete años”, para esto los Alquati consiguieron una renovación de contrato de alquiler por cinco años, con opción de renovarlo por cinco más.

“Al pensar una modificación, o una inversión, hay que pensar como que el lugar es propio”. Lo que Joaquín explica es que el alquiler se debe negociar con un número fijo, por el nivel de aporte que se le hace al campo, “hay que pensar las decisiones así, para que se amorticen de esta manera. No hay que tener miedo, porque cuando te das cuenta se te pasan los años y en el campo donde trabajás no plantas ni un poste”.

Ellos han invertido en árboles para sombra natural, arreglaron la casa que tenía el campo y agregaron una que tiene dos años, para que el personal que vive y trabaja en el lugar pueda disfrutar de su tiempo de descanso con la comodidad que le corresponde. “Es primordial nuestra gente”.

El establecimiento tiene a la vez un sistema de monitoreo y videovigilancia, que permite hacer este tipo de inversiones y resguardarlas, sobre todo por la cercanía a distintas localidades y la accesibilidad que da la ruta.

La estrella del tambo

Sin dudas, el biodigestor, ese gigante azul que custodia el ingreso del establecimiento es el más mirado de la región. Es el primero de fabricación nacional que se haya instalado en un tambo ha recibido desde agosto de 2019 muchísimas visitas, de curiosos y de emprendedores que ya proyectan en la zona replicar esta experiencia para reutilizar los desechos del tambo, para aportar al medioambiente y para bajar costos en el sostenimiento energético.

“Tenemos la instalación de gas hecha, se usa en el tambo para calentar la leche de los terneros y descongelar el calostro, pero la idea en un futuro no muy lejano es producir energía eléctrica con un equipo electrógeno de gas y ahí si vamos a hacer uso del cien por ciento del gas que producimos”, proyectan. Mientras tanto, se hace un almacenamiento adecuado en un tanque a granel.

Joaquín considera que “la gente está empezando a sacarse el miedo de tener un biodigestor. Es una tecnología que en el mundo existe y funciona, entonces acá se tiene que explotar más”.

El va a dar en las próximas semanas una charla solicitada por el presidente comunal de una localidad santafesina que tiene muchos tambos y que quiere avanzar en este sentido, para resolver las variables que atiende esta tecnología, pero también en el marco de la capacitación en buenas prácticas que hace la provincia de Córdoba, para que se multiplique esta herramienta fundamental para la realidad de los productores.

“Esta tecnología es buenísima, funciona, nos permite fertilizar el campo, todo a partir de un desecho, por lo tanto, no tiene nada en contra. El uso puede ser mayor o menor, pero eso depende de cada establecimiento”, comentó.

Simple innovación en el tambo

Joaquín Alquati añade: «Nos consideramos productores de leche chicos, en crecimiento, porque siempre estamos buscando la combinación de más litros por animal y más vacas, a través del bienestar, la alimentación y el buen manejo”.

Esta referencia la hace desde el esfuerzo de haber avanzado tanto y con una tarea constante. Pero no todo el avance es tecnología, sino que las ideas y la intención son la clave de esta unidad productiva.

Sin ingresos de animales externos desde hace siete años, con toda producción propia, recién ahora esperan comprar 60 vaquillonas de una genética similar a la que ellos manejan para poder ampliarse. Un seguimiento muy detallado de lo que buscan en sus animales les permite hacer ajustes cada año, siempre en la raza Holando y con el mismo estilo de manejo para que la adaptación al sistema no tenga ningún impacto.

“Nosotros con Saputo tenemos una buena relación por la leche de calidad que entregamos. Tenemos un arreglo por sólidos y no por litros. Es algo que se viene y que es indiscutible. A la empresa le sirve y a nosotros también”.

Para quienes siguen dudando sobre la posibilidad del pago por calidad, para quienes ponen en la idiosincracia de las grandes empresas la traba para poder concretar algo en absoluto necesario para la lechería nacional, deberían mirar la realidad y entender que es más sencillo de lo que intentan mostrar.

Ver también: Productores analizaron a fondo el pago por la calidad de leche

“Hace un año y medio que tenemos un acuerdo de pago por calidad, el tiempo es corto, pero lo hicimos ni bien se empezó a hablar del tema. Siempre fue nuestro objetivo entregar materia prima de buena calidad y nunca lo vimos a esto como algo negativo”. Todo trabajando siempre para superar lo que son los parámetros mínimos establecidos, que algún día tomará una Resolución nacional integral.

La Otilia produce en promedio materia prima con 4% de grasa; 3,55%  de proteínas, muy por debajo de las 200 mil células somáticas y abajo de las diez mil unidades formadoras de colonias.

Sin hacer muestreos de las entregas en el tambo, pero sí un control lechero mensual y tacto quincenal, “jamás nos castigaron un camión de leche por mala calidad, ni por antibióticos, porque fuimos reacomodando en el plan sanitario para adaptarnos a las exigencias de la empresa”.

El manejo de datos es fundamental para la toma de decisiones, es por eso que también piensan en sumar collares de detección de celo y rumia y los dispositivos de inseminación en tiempo fijo. En definitiva, un tambo que no para de crecer

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