Aunque celebran el gesto político, los pequeños y medianos productores sienten que la reunión con Milei no trajo soluciones ni alivio ante la crisis del sector
La postal del encuentro entre el presidente Javier Milei y la Mesa de Enlace en el predio de la Sociedad Rural de Palermo dejó más incertidumbre que certezas para buena parte del agro. Entre los sectores productivos más vulnerables, el ánimo es de desencanto.
Desde las provincias más relegadas, como Entre Ríos, se percibe una mezcla de bronca contenida y desilusión. Se reconoce que fue un paso institucional importante, que por fin hubo una reunión formal entre el Gobierno y las entidades del agro. Pero la sensación generalizada es que, más allá del gesto, no hubo respuestas concretas a los problemas urgentes.
Los chacareros del litoral no esconden su preocupación. Aseguran que la situación es crítica, que los márgenes están completamente desdibujados y que muchos productores están al borde del quebranto. Reprochan que todo siga reducido a promesas, cuando ya se habían escuchado los mismos compromisos durante la campaña electoral.
En los pueblos rurales, el discurso de que el Gobierno se encargará de la macroeconomía mientras los productores resuelven la micro, cayó como un balde de agua fría. Se sintió como un portazo. Porque sin acceso al crédito, con el consumo interno retraído, con retenciones que siguen pesando y con el dólar volando, sostenerse es casi imposible.
El campo esperaba, al menos, un gesto político más empático. Una admisión del error que significó subir las retenciones tras haber prometido eliminarlas. Una palabra de aliento. No llegó.
En las economías regionales, el malestar es palpable. Arroz, avicultura, ganadería, horticultura: todas atraviesan una etapa de números rojos. El reclamo ya no es solo económico, es también emocional. Una necesidad de sentirse escuchados, comprendidos, integrados a un plan agropecuario que todavía no existe.
Desde Federación Agraria, la lectura es clara: las bases no ven un horizonte claro, están agobiadas por las deudas refinanciadas, por la falta de previsibilidad y por la ausencia de medidas que acompañen.
El campo no pidió milagros. Pidió señales. Y se fue de Palermo con las manos vacías.