Pequeños chacareros y medianas empresas marcan la diversidad del agro
En la Argentina de hoy, hablar de granos es hablar también de contratos de alquiler. Casi siete de cada diez hectáreas de soja, maíz y trigo se siembran en campos que no pertenecen a los productores que las trabajan. Este modelo, consolidado en las últimas dos décadas, refleja la enorme presencia de arrendatarios rurales en la estructura agrícola nacional.
Según datos oficiales de la última campaña, el 70% de la soja, el 69% del maíz y el 69% del trigo se produjeron bajo tierra arrendada. En la práctica, esto significa que miles de productores -personas físicas y empresas- asumen el riesgo de alquilar campos, hacerse cargo de insumos, labores y cosecha, y luego salir a competir en un mercado que exige eficiencia y escala.
El mapa productivo es heterogéneo. Conviven pequeños chacareros, que siembran menos de 100 hectáreas, con empresas medianas que administran superficies entre 800 y 3.000 hectáreas. Estos últimos concentran buena parte de la producción, aprovechando economías de escala que permiten abaratar costos y sostener la competitividad internacional.
La foto cambia según el cultivo. En trigo, por ejemplo, el 35% del área sembrada provino de productores que manejan hasta 200 hectáreas, un porcentaje que habla de la resistencia de las explotaciones más chicas. En soja y maíz, en cambio, casi la mitad de la superficie la trabajan unidades de más de 800 hectáreas.
Otro dato clave es la relación entre propiedad y arrendamiento. Mientras los productores más chicos suelen ser dueños de sus parcelas, en las escalas mayores predomina el esquema de alquiler. Esto explica por qué, en la Argentina agrícola, el crecimiento se logra más alquilando que comprando tierra.
En definitiva, la agricultura nacional no está en manos de unos pocos grandes propietarios, como muchas veces se imagina. Es un mosaico donde los pequeños siguen teniendo peso en número, pero las medianas empresas arrendatarias concentran el grueso de la superficie. Un modelo que refleja tanto la tradición chacarera como la modernización forzada por la lógica de los mercados.
Fuente : BCR