En el podcast de Agro Conceptos, Nicolás Santellán, presidente de la cooperativa CADOL, describió en detalle la realidad de los agricultores uruguayos

La agricultura uruguaya avanza con un modelo particular que, aunque se apoya en tecnología de punta y rindes estables, enfrenta márgenes ajustados por el peso de los costos y la logística. Así lo planteó Nicolás Santellán, presidente de la cooperativa CADOL (Cooperativa Agraria de Dolores), en diálogo conAgro Conceptos.
Su mirada, desde el corazón productivo del litoral, permitió trazar un mapa realista de cómo es sembrar en el país vecino.
Trigo y cebada: un empate técnico
Los cultivos de invierno, como trigo y cebada, forman parte de la rotación clave en Uruguay. Sin embargo, según Santellán, rara vez dejan un resultado positivo contundente. “Son cultivos que permiten mantener el suelo en movimiento y aportan para la rotación, pero desde el punto de vista económico suelen ser un empate técnico”, explicó. El negocio mejora únicamente cuando aparece un precio internacional atractivo, pero no es lo habitual.
La soja, el cultivo estrella
La gran apuesta de los productores uruguayos sigue siendo la soja. Actualmente, el grano se comercializa a US$ 390 la tonelada en el puerto, después de haber transitado gran parte de la campaña en un rango de US$ 360 a 365. Con márgenes ajustados, cada dólar extra hace la diferencia.
“La soja termina siendo el cultivo que salva la campaña”, reconoció Santellán. En un esquema de rotación, es el grano de mayor volumen y el que concentra la atención de las cooperativas y empresas de servicios agrícolas.
Insumos y tecnología: la doble cara del modelo
Un rasgo distintivo de la agricultura uruguaya es el uso intensivo de insumos y fertilizantes. La mayoría de los lotes se siembran con paquetes tecnológicos completos, lo que garantiza buenos rindes y estabilidad productiva. Sin embargo, ese nivel de inversión también eleva los costos y achica los márgenes.
“El productor uruguayo usa mucho insumo, es un modelo bastante exigente en fertilización. Eso hace que tengamos rindes buenos, pero al final, con lo que gastamos, el resultado económico termina siendo muy parecido al de Argentina”, apuntó Santellán.
La logística, un desafío recurrente
Otro punto crítico para el negocio agrícola uruguayo es la logística. Los granos deben trasladarse hasta el puerto de Nueva Palmira, lo que implica un costo extra considerable para los productores alejados de esa zona. “En muchos casos, el flete termina siendo más caro que la diferencia de precio que uno puede negociar”, destacó el dirigente cooperativo.
Este peso de la logística es un condicionante que muchas veces borra ventajas de mercado y obliga a las cooperativas a buscar eficiencia en el acopio y en la organización de cargas.
Una cultura productiva conservadora
Más allá de lo técnico, Santellán resaltó la idiosincrasia del productor uruguayo. Describió un sector conservador, que adopta lentamente nuevas especies y tecnologías, pero que ha sabido consolidar la apuesta por la soja. “En cebada y trigo seguimos con esquemas bastante tradicionales. La soja es el cultivo donde se arriesga más, porque hay confianza en su estabilidad”, señaló.
El rol de CADOL y las cooperativas
La cooperativa que preside Santellán, CADOL, administra unas 40 mil toneladas de acopio, lo que le da un papel central en la comercialización de granos. En Uruguay, las cooperativas cumplen un rol clave, no solo como prestadoras de servicios, sino también como nexo entre el productor y los mercados internacionales.
Un negocio de márgenes finos
El balance general que dejó la entrevista es que ser productor en Uruguay implica manejar márgenes muy ajustados, en los que cada dólar cuenta. Si bien los precios actuales de la soja alivian la ecuación, la suma de costos de insumos, fletes y estructura deja poco espacio para grandes ganancias.
“Los números son finitos, pero el productor sigue apostando. La soja sigue siendo el motor de la agricultura en Uruguay”, concluyó Santellán.