La carne vacuna entra en una etapa de alta volatilidad. RaboResearch prevé menor oferta, precios en alza y fuertes tensiones entre consumo interno y exportaciones.
El comercio mundial de carne vacuna atraviesa un momento crítico. Según el más reciente Informe Especial de RaboResearch, el sector se aproxima a una nueva crisis ganadera global, impulsada por una combinación de factores: menor oferta, tensiones comerciales, presiones climáticas y un consumo que no deja de crecer en los mercados emergentes. El resultado, según los analistas del banco holandés, será un escenario de precios récord, volatilidad permanente y un equilibrio frágil entre la demanda interna y las exportaciones.
Entre 2019 y 2024, las exportaciones mundiales de carne vacuna crecieron un 14%, alcanzando casi 13 millones de toneladas métricas, un reflejo de la fortaleza de la demanda global incluso en medio de crisis sanitarias y geopolíticas. Sin embargo, RaboResearch anticipa que el futuro inmediato será de expansión más moderada y con fuertes disparidades regionales. Las razones son múltiples: brotes de enfermedades animales, impacto del COVID-19, sequías, guerras, inflación y cambios estructurales en los patrones de consumo. En este contexto, el informe describe a la industria como un sistema en «disrupción permanente«, donde los márgenes cambian de manos rápidamente según la coyuntura productiva o la presión del consumidor.

La menor producicón y las tensiones comerciales están impulsando el precio de la carne en el mercado.
La geografía del comercio también cambió radicalmente. En los últimos cinco años, China y Brasil se consolidaron como los ejes centrales de la nueva era ganadera global. El gigante asiático desplazó a Japón y Estados Unidos como principal importador, con compras que superaron los 3,5 millones de toneladas métricas en 2024, frente a los poco más de 2 millones de 2019. El detonante fue la peste porcina africana (PPA), que devastó la producción de cerdo en China y llevó a millones de consumidores a sustituir esa proteína por carne vacuna. Desde entonces, la demanda china se mantiene sólida y es uno de los motores del mercado mundial.
Del otro lado de la ecuación, Brasil se convirtió en el mayor proveedor global. Sus exportaciones aumentaron de 2,3 a 3,6 millones de toneladas métricas en apenas cinco años, lo que representa casi el doble del volumen australiano. Hoy, alrededor del 50% de la carne vacuna que importa China proviene de frigoríficos brasileños, y ese país concentra el 41% de las ventas externas totales de Brasil. El impulso también alcanzó a Argentina y Paraguay, cuyos embarques crecieron 11% y 40% respectivamente, gracias a la apertura de nuevos mercados y a mejoras en la eficiencia productiva. En paralelo, el comercio de carne congelada -más estable y menos dependiente de la cadena de frío- aumentó un 20%, reflejando la preferencia de los importadores por productos de mayor vida útil y menor costo logístico.

China, el principal importador de carne vacuna a nivel mundial, mantendría su demanda muy activa en los próximos años
El estudio de RaboResearch traza una secuencia de shocks que explican la actual inestabilidad: primero la peste porcina africana, luego el COVID-19, que paralizó mataderos, restringió el transporte y desarticuló la logística marítima. La pandemia también cambió los canales de consumo: mientras restaurantes y hoteles se hundían, el retail y el delivery alcanzaron niveles récord. En los años siguientes, se sumaron nuevas presiones: inflación global, recesión en economías desarrolladas, sequías severas en Australia y Estados Unidos, y una creciente inestabilidad geopolítica, marcada por la guerra en Europa del Este y las tensiones comerciales entre Washington y Pekín. El resultado fue un mercado donde la volatilidad de precios se volvió estructural. «Esa volatilidad llegó para quedarse», advierten los analistas del banco.
Pese a las turbulencias, las proyecciones hasta 2030 siguen mostrando un crecimiento moderado del comercio global, con Asia como principal motor. Economías en expansión como Filipinas, Vietnam y Malasia seguirán demandando más carne vacuna, ya que no cuentan con producción suficiente para abastecer su consumo interno. En ese escenario, América del Sur -con Brasil, Argentina y Paraguay a la cabeza- consolidará su papel como gran proveedor mundial, respaldada por mejoras genéticas, sistemas de engorde más eficientes y profesionalización de los productores. En cambio, Estados Unidos, Australia y Nueva Zelanda orientan su estrategia hacia el valor agregado, priorizando cortes premium, certificaciones de calidad y trazabilidad.

Las tensiones comerciales entre EE. UU. y China generan incertidumbre en el mercado internacional de carnes.
Sin embargo, RaboResearch advierte que una nueva variable podría alterar los equilibrios comerciales: la presión por la sostenibilidad. A medida que se acercan los plazos del Acuerdo de París 2030, los gobiernos y consumidores exigirán mayores estándares ambientales y reducción de emisiones. La ganadería, que concentra buena parte de las emisiones del sistema agroalimentario, se encuentra bajo una lupa cada vez más exigente. Las empresas que no logren adaptarse enfrentarán mayores costos regulatorios o incluso restricciones de acceso a los principales mercados internacionales.
El informe también expone un dilema estructural: la brecha creciente entre exportaciones y consumo interno. Aunque la producción mundial de carne vacuna creció un 5,5% desde 2019, se prevé una caída temporal en los próximos años por la reducción de los rodeos en Estados Unidos, Brasil y Europa. La consecuencia inmediata será un aumento de precios y una transferencia de márgenes hacia los productores. Sin embargo, cuando la oferta se recupere, el poder de negociación volverá a los compradores. El caso de Brasil es paradigmático: el auge exportador y la fuerte demanda externa elevaron los precios domésticos, reduciendo el consumo local. Los brasileños comen hoy menos carne vacuna que hace una década, un fenómeno que también se observa en Australia y Nueva Zelanda, donde los precios internos subieron tanto que empujan a los consumidores hacia otras proteínas.

La menor oferta internacional sin dudas continuará impactando sobre los precios del producto.
Ante este panorama, las grandes empresas cárnicas se ven obligadas a diversificar riesgos y regiones. Los conglomerados más sólidos ya operan en varias especies (vacuna, cerdo, aves) y en diferentes continentes, para compensar las pérdidas de un mercado con las ganancias de otro. La flexibilidad operativa se convierte en la clave del éxito: adaptarse a las normas ambientales, ajustar la oferta y responder con agilidad a las variaciones del consumo global serán condiciones indispensables para sobrevivir en un mercado cada vez más competitivo e incierto.
A medida que se acerca 2030, la carne vacuna se transforma no solo en un producto emblemático del comercio agroalimentario global, sino también en un termómetro de la economía mundial. Refleja con precisión la interdependencia, las tensiones y las desigualdades del sistema alimentario del siglo XXI. Entre la seguridad alimentaria, la sostenibilidad ambiental y la rentabilidad económica, el futuro de la ganadería mundial se debate en un equilibrio tan delicado como decisivo.

