Con una historia ligada al desarrollo productivo nacional, una compañía del agro celebra tres cuartos de siglo apostando a la tecnología, la sustentabilidad y la expansión industrial.
El agro argentino no se detiene. En un contexto regional donde la competitividad y la eficiencia productiva marcan la diferencia, una de las compañías históricas del sector celebra 75 años de trabajo continuo acompañando al productor y apostando a la modernización tecnológica. Desde su planta industrial en Melchor Romero, Buenos Aires, la firma consolidó una trayectoria marcada por la innovación, la calidad y el compromiso ambiental, tres pilares que hoy la proyectan hacia un nuevo ciclo de crecimiento.
Durante el último quinquenio, la empresa -filial del holding internacional ANASAC– concretó un plan de inversión superior a los 3 millones de dólares, destinado a modernizar su planta, ampliar la capacidad productiva y fortalecer los procesos de control y desarrollo químico. El resultado: un incremento del 30% en la capacidad instalada y una mejora sustancial en los estándares de calidad y sustentabilidad industrial.

El complejo industrial, de 40.000 metros cuadrados, con 7.000 metros cuadrados de superficie productiva, opera hoy con una capacidad técnica de 12 millones de litros anuales distribuidos en ocho líneas de producción que incluyen insecticidas, fungicidas, herbicidas y rodenticidas, además de soluciones para la sanidad ambiental. El laboratorio propio, reconocido por SENASA, garantiza trazabilidad y calidad bajo normas internacionales, reflejando la apuesta por una agroindustria más eficiente y responsable.
«Pocas compañías del sector pueden decir que acompañaron al agro argentino durante tres cuartos de siglo. Ese recorrido nos llena de orgullo y nos impulsa a seguir evolucionando», destacó Federico Alonso Hidalgo, gerente general de la firma. Sus palabras resumen un legado que combina ciencia, tecnología y visión de futuro, en un país donde el sector agroindustrial sigue siendo motor de la economía y generador de empleo.

Las inversiones recientes incluyeron la incorporación de dos molinos Netzsch MLZ de tecnología alemana, que permitieron optimizar la eficiencia de formulación y aumentar la producción en un millón de litros anuales. A esto se suma una fuerte apuesta por el área de Investigación y Desarrollo (I+D), donde se diseñan nuevas soluciones para el control de plagas, malezas y enfermedades, con el foco puesto en una agricultura más segura y sustentable. En paralelo, a través de su división Gleba Ambiental, la empresa amplió su presencia en el segmento de gestión de plagas urbanas e industriales, diversificando su portfolio y consolidando su liderazgo también fuera del campo.
Integrada desde 2007 al grupo ANASAC, con casa matriz en Chile y operaciones en cuatro continentes, la firma forma parte de una red con más de 1.300 empleados y ocho plantas productivas, lo que le permite aprovechar sinergias regionales y transferencia tecnológica internacional. Ese respaldo global se traduce en competitividad local, impulsando una visión a largo plazo donde la producción sustentable y la innovación industrial se vuelven claves para mantener el liderazgo.
«No se trata solo de producir más, sino de hacerlo mejor: con calidad, innovación y respeto por el entorno», subrayó Alonso Hidalgo, al destacar el rumbo que marcará el futuro de la compañía y del agro argentino en su conjunto. Su desafío, asegura, es seguir desarrollando productos con calidad internacional, fortaleciendo el vínculo con los productores locales y promoviendo una agricultura eficiente, rentable y ambientalmente responsable.
A 75 años de su fundación, la empresa reafirma su compromiso con el progreso del agro nacional, apostando a la sustentabilidad, la tecnología y la productividad como ejes de una nueva etapa. Un ejemplo de cómo el sector privado, cuando combina inversión y visión de futuro, puede sostener un crecimiento sostenido en beneficio de toda la cadena agroindustrial argentina.

