El valor del poroto subió 7% en diez días tras el acuerdo entre China y EE.UU., pero la mejora no se refleja del todo en el mercado argentino. Analistas advierten sobre la brecha con Chicago y sus efectos en la industria local.
El precio internacional de la soja sigue firme en el mercado de Chicago y alcanzó su nivel más alto en quince meses, impulsado por un nuevo acuerdo comercial entre China y Estados Unidos que reconfigura las expectativas del mercado global. El contrato más cercano, con vencimiento en noviembre de 2025, cerró este lunes en US$ 411 por tonelada, lo que representa una suba de US$ 7 (+1,7%) respecto de la jornada previa. En apenas diez días, desde que comenzó el rally alcista el 24 de octubre, el valor del poroto se incrementó un 7%, consolidándose en su punto más alto desde julio de 2024.
Más allá de esta suba, el precio todavía se mantiene lejos de los récords históricos de US$ 652 alcanzados en junio de 2022, durante la gestión de Alberto Fernández, o los US$ 650 registrados en 2012 bajo el segundo mandato de Cristina Fernández de Kirchner. Sin embargo, la tendencia actual despierta expectativas en un contexto internacional de recomposición de flujos comerciales y de fortalecimiento del complejo sojero como motor del comercio agrícola global.

Según explicó la analista de mercados, la principal razón detrás del salto en los precios es el nuevo compromiso asumido por China, que tras el encuentro entre Xi Jinping y Donald Trump en Corea del Sur anunció la compra de 12 millones de toneladas adicionales de soja para lo que resta del año y 25 millones de toneladas anuales durante los próximos tres. Se trata de un movimiento relevante si se considera que China, el principal comprador mundial del poroto, suele adquirir entre 25 y 27 millones de toneladas por campaña a Estados Unidos, sobre un total de 109 a 112 millones que importa cada año. En el último período, ante la ausencia del país norteamericano en el mercado, China redirigió gran parte de sus compras hacia Brasil y Argentina, generando una oportunidad extraordinaria para la región.
Esa ventana de oportunidad permitió a la Argentina exportar 12 millones de toneladas de poroto de soja a China, cuatro veces más que el promedio de los últimos años, que solía ubicarse entre 3 y 4 millones. «Son 12 millones de toneladas que habitualmente se procesaban en el país, con empleo y valor agregado argentino», señaló Gustavo Idígoras, presidente de la Cámara de la Industria Aceitera (CIARA) y del Centro de Exportadores de Cereales (CEC). Para el dirigente, la reactivación de compras chinas a Estados Unidos no representa una amenaza, sino «un aliciente para la industria local, que ahora puede reorientar sus exportaciones hacia productos de mayor valor agregado como harina o aceite de soja, con destino a mercados como Vietnam, Indonesia, Malasia o India».

Aun así, el escenario local presenta matices. Si bien la molienda de soja alcanzó un récord mensual en septiembre -superando las 4 millones de toneladas- gracias a la baja temporaria de retenciones, la proyección anual será inferior a la de 2024. El fuerte aumento de las exportaciones de poroto sin procesar redujo la materia prima disponible para la industria nacional, afectando la generación de empleo y el ingreso de divisas por exportaciones con mayor valor agregado.
Desde el punto de vista financiero, los márgenes también muestran tensiones. El consultor Pablo Adreani calculó que la próxima cosecha, estimada en 50 millones de toneladas, podría tener un valor total de US$ 21.000 millones al precio FOB actual (US$ 420). Sin embargo, advirtió que «la suba de Chicago todavía no se trasladó al mercado argentino». Hoy, el precio disponible ronda los US$ 336 por tonelada, muy por debajo del nivel internacional. Según sus cálculos, el margen de molienda de la soja para posiciones disponibles es de US$ 23 por tonelada, mientras que para la soja nueva -mayo-junio 2026- el margen es negativo, en US$ 6. «Con estos números, es esperable que el valor local se ajuste a la baja hacia los US$ 314 por tonelada en los próximos meses», anticipó.
Ferrari coincide en que hay fundamentos sólidos detrás del repunte, pero advierte que aún falta claridad sobre la magnitud del impacto local. Además del acuerdo China-EE.UU., se suman los informes de consultoras privadas que señalan un avance más lento de la cosecha estadounidense y un posible recorte en la producción estimada por el Departamento de Agricultura (USDA). «Si se confirma una menor producción, el stock final de Estados Unidos podría caer, sosteniendo los precios internacionales por más tiempo», apuntó la especialista.

En este contexto, el desafío argentino pasa por convertir la mejora de precios internacionales en una ventaja competitiva real, algo que no siempre sucede por las distorsiones internas, la brecha cambiaria, las retenciones y la falta de previsibilidad macroeconómica. Mientras Brasil sigue consolidando su liderazgo en el mercado mundial de soja, con una logística más eficiente y políticas estables, la Argentina enfrenta el dilema de exportar porotos sin procesar o apostar al agregado de valor y la industrialización para sostener empleo y divisas.
El mundo vuelve a demandar alimentos y proteínas, y América del Sur está en el centro del tablero. Para los analistas, la oportunidad está servida: si la Argentina logra aprovechar este ciclo alcista, mejorar la competitividad y estabilizar su marco regulatorio, la soja puede volver a ser un motor clave del crecimiento. Como resume un referente del sector exportador, «los precios ayudan, pero las decisiones internas son las que definen si ganamos o perdemos en esta carrera«.

