La faena de vaquillonas crecería un 3% en 2025, lo que pone en alerta al sector por la pérdida de hembras reproductivas y la posible caída del stock nacional.
El sector ganadero argentino atraviesa un cierre de año con señales de alarma. Según un informe elaborado por Ignacio Iriarte con datos del Senasa, el 2025 terminaría con una faena total de 13,8 millones de cabezas, un 1,5% menos que el año anterior, aunque con un dato que inquieta: la matanza de vaquillonas subiría un 3%, alcanzando 3,68 millones de animales.
Esta tendencia preocupa porque implica una pérdida continua de vientres jóvenes, lo que limita la capacidad de reposición del rodeo nacional. En 2024, el stock de vaquillonas ya había caído en 475.000 cabezas, y de mantenerse este ritmo, se podría comprometer la producción futura de carne.

«Se desacelera la faena de vacas, pero sigue siendo preocupante la matanza de vaquillonas, mientras que no hay cambios significativos en los machos», explicó Iriarte.
El especialista advirtió además que, aunque el número total de animales faenados bajaría unas 200.000 cabezas respecto al año pasado, la tasa de extracción de vacas continúa alta -en torno al 11,8% del stock-, aún por encima del nivel de equilibrio.
El informe también destaca una mejor tasa de procreo producto de un mayor porcentaje de vientres preñados, aunque advierte que esa mejora «queda parcialmente compensada por el menor número de hembras expuestas a servicio en la primavera 2024″. En otras palabras, hay más eficiencia reproductiva, pero menos madres en el rodeo.
El panorama de la carne vacuna en el mercado interno también preocupa. El poder de compra de los salarios registrados (Ripte) se mantiene muy por debajo de los niveles históricos.

Durante los gobiernos de Cristina Fernández y Mauricio Macri, el indicador promediaba entre 177 y 178 kilos de carne por mes, pero cayó a 144 kilos durante la gestión de Alberto Fernández.
Con el ajuste de precios de 2024, tras el inicio de la administración Milei, el poder de compra llegó a un piso histórico de 90 kilos, aunque luego se recuperó durante varios meses. En noviembre de 2024, alcanzó los 142 kilos, pero en 2025 volvió a retroceder: en agosto, el registro cayó a 122 kilos mensuales.
«Mientras los salarios se desaceleran, el precio de la carne sube más rápido que la inflación. Es difícil esperar una recuperación del poder adquisitivo en el corto plazo», apuntó Iriarte.
El contraste histórico es fuerte: a fines de 2001, antes de la devaluación, los salarios permitían comprar 245 kilos de carne por mes, más del doble que en la actualidad.
En este contexto, el sector ganadero enfrenta un equilibrio delicado: por un lado, una mejor tasa de procreo y una faena total levemente menor; por otro, una alta matanza de vaquillonas que compromete el futuro productivo y un mercado interno debilitado por la pérdida del poder de compra de los consumidores.

