En la región semiárida central del país, un equipo de investigadores del INTA identificó las especies encontradas con mayor frecuencia en lotes de maíz y soja seleccionados al azar. Para reducir el dominio de las más resistentes, recomiendan la rotación de cultivos.
El corrimiento de la frontera agropecuaria permitió descubrir zonas, como la región semiárida central argentina, con aptitud para el desarrollo de las actividades agrícolas y ganaderas. En San Luis, al avance de los principales cultivos se sumaron comunidades de malezas que influyen en el rendimiento final de soja y maíz. Para reducir el dominio de las más resistentes, especialistas del INTA estudiaron las comunidades de malezas que dominan los lotes productivos.
Para conocer con precisión cuáles son las principales especies que componen las comunidades de malezas, un grupo de especialistas del INTA relevó 53 lotes agrícolas elegidos al azar, 24 de soja y 29 de maíz, sobre un área aproximada de 560 kilómetros cuadrados, correspondientes a una misma serie de suelos.
El estudio fue realizado en campos del centro de la provincia de San Luis, dentro de la fitogeografía del Espinal. Daniel Arroyo, investigador del INTA San Luis, indicó que “identificamos 81 especies de malezas en el área estudiada”. Y agregó: “En maíz encontramos 76 especies distintas y en soja 44; de todas las encontradas, 39 fueron comunes a ambos cultivos”.
La diferencia de riqueza de especies de malezas entre los cultivos se debe aparentemente a las características propias como la estructura de las hojas, el ciclo de crecimiento y el uso de los recursos, como así también a las diferencias de manejo agronómico.
Dentro de la lista de las diez malezas encontradas con mayor frecuencia, en ambos cultivos, la más común y abundante fue Cenchrus pauciflorus, conocida como roseta. La segunda más constante fue seguida en segundo lugar por Salsola kali, conocida como cardo ruso.
“El cultivo de maíz tiene una mayor diversidad de especies de malezas que el de soja”, indicó Arroyo y añadió: “Esto podría deberse a que el maíz tiene hojas más abiertas, y esto permitiría la entrada de más luz hasta el suelo, favoreciendo la emergencia de malezas, contrario a lo que ocurre en las condiciones de total cobertura de la soja”.
De acuerdo con la especialista del INTA, la estructura de la comunidad de malezas está determinada por las condiciones ambientales y las prácticas agrícolas aplicadas como tipo de labranza, rotación de cultivos, uso de herbicidas, fecha de siembra, e incluso, la especie cultivada. “Todos estos factores influyen en la resistencia y propagación de las especies”, expresó Ruth Rauber, especialista en ecología vegetal del INTA San Luis.
Por otra parte, el manejo diferencial entre los cultivos influiría fuertemente en la comunidad de malezas presentes. “En maíz, el rango de siembra más amplio y las tasas de fertilización más altas podrían favorecer el establecimiento de las malezas antes de que la cobertura de hojas del cultivo impida la llegada de luz a las malezas”, expresó Rauber quien aclaró que “La aplicación de herbicidas también difirió entre cultivos condicionando, probablemente, las especies presentes en los lotes”.
Las diferencias observadas en las comunidades de malezas de los cultivos de soja y maíz fortalecen la recomendación de realizar rotaciones para garantizar, no solo la conservación del suelo, sino también la reducción de la dominancia de algunas malezas y facilitar su control a menores costos.
En este sentido, Rauber señaló que “las malezas constituyen una de las principales causas de pérdida de rendimiento de los cultivos debido a que contaminan el producto cosechado, obstaculizan la cosecha y aumentan el riesgo de incidencia de plagas y enfermedades, entre otros aspectos”.
En San Luis, a la incorporación de las actividades agrícolas se sumaron las comunidades de malezas asociadas a los cultivos. De acuerdo con Manuel Demaria, investigador de INTA San Luis, “en la provincia, la transformación agrícola tuvo una relevancia preponderante debido a que contribuyó significativamente con el avance de la frontera agrícola: cerca de 450.000 hectáreas de pastizales pampeanos fueron convertidos a cultivos de cosecha en los últimos años”.
Fuente: INTA