Estas nuevas exigencias por parte del primer importador mundial de alimentos han generado incertidumbre entre sus proveedores, por los alcances de la medida. En un reciente foro virtual realizado por el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (Iica), referentes del comercio de los países de Latinoamérica manifestaron su preocupación por los alcances de las nuevas exigencias chinas.
«Una preocupación que tenemos son los nuevos requisitos para los embarques Covid-free que está aplicando China. Establecer que hay que dar garantías en la cadena de alimentos de la no presencia del virus es un ejercicio excesivo del principio precautorio, que puede generar costos extras tanto en granos como en carnes, producto al cual se le realizan testeos», alertó Gustavo Idígoras, presidente de la Cámara de la Industria Aceitera de la República Argentina (Ciara). Y calificó las exigencias de inaplicables, de excesivas y de sin confirmación científica.
Si bien al menos por ahora los controles no están explicitados en ninguna norma oficial, son los importadores los encargados de solicitarlos. En el comercio de granos, Argentina, Brasil, Canadá y Estados Unidos pidieron explicaciones formales sobre las exigencias, debido a que consideran que el requisito no tiene justificación sanitaria.
El temor entre los exportadores es que el certificado se vuelva formal en los próximos meses y se extienda a otros países importadores.
Ojos en China
Desde Europa buscan, por el momento, bajar los decibeles a cualquier nueva exigencia sanitaria pospandemia. Es más, países como Suiza flexibilizaron por algún tiempo el etiquetado de algunos alimentos.
«El consumidor europeo no percibe la pandemia como crisis alimentaria; sí como una crisis sanitaria y económica. No está cuestionando, en general, la seguridad de los alimentos», explicó Jorge de Saja, director general de la Confederación Española de Fabricantes de Alimentos Compuestos para Animales (Cesfac).
En Alemania, por ejemplo, el rebrote del virus en trabajadores de la industria cárnica es percibido por los consumidores como consecuencia del mal hábito de higiene y no por la contaminación del alimento.
Si bien al menos por ahora parece descartada cualquier posición europea de sembrar sospechas sobre la cadena agroalimentaria como un vector de contaminación, los movimientos de China son seguidos de cerca.
Según el directivo español, el país asiático, que aventaja al resto del mundo con las consecuencias de la pandemia, mira de reojo la aplicación de nuevas exigencias para alimentos que ingresan desde terceros países. Para De Saja, este comportamiento dará una pista de lo que puedan exigir otros importadores a sus proveedores.
La estrategia china será determinante para el nuevo orden internacional en el comercio exterior. Por el momento, su accionar se circunscribe a la búsqueda –improbable, según la ciencia– del virus en los alimentos y a negociar rebajas en algunos de ellos, como es el caso de la carne.