“Este precio fue afectado por la modificación en los derechos de exportación que se incrementaron hasta el 33 por ciento. De haberse mantenido el mismo derecho de exportación de mayo de 2019, el precio observado habría sido cercano a 235 dólares, llevando a un resultado económico positivo de 31,4 dólares y a una tasa de rentabilidad del 6,2 por ciento”, precisó la Bolsa.
Además, también afectó a la ecuación económica un incremento del arrendamiento, de 10,7 quintales por hectárea a 11,1 quintales; pero ayudó que los costos de flete disminuyeron, lo que arrastró al conjunto de los gastos de comercialización a la baja.
En este contexto, solo fue un buen año para la soja en aquellos casos en que estuvo combinada con un trigo como antecesor. En ese tipo de planteo, la rentabilidad se ubicó en 5,7 por ciento, con un resultado económico favorable de 30,3 dólares por hectárea, apenas la mitad de la ganancia de la campaña anterior que, vale recordar, tuvo rindes extraordinarios.
El respaldo del trigo fue clave no tanto por los precios, que cayeron en 30 dólares por tonelada, sino por el incremento del 16 por ciento en los rindes.
Asimismo, porque los costos directos del cereal se disminuyeron por la caída en los valores de la urea y el fosfato. El botón que sobra como muestra es que el 29 por ciento del achique de los costos fue gracias a la soja y el 71 por ciento gracias al trigo.