Abril: la adolescente enamorada del campo que maneja tractores desde los 12 años

“Subo las escaleras y cuando entro en la cabina del tractor, si estoy triste o tengo alguna preocupación, se me pasa. En el campo me olvido de todo”, contó a TN la contratista rural y sexta generación de productores en 9 de Julio, en la provincia de Buenos Aires.

Los inicios de Abril en el campo

“Los miraba a mi papá y a mi abuelo trabajar con las máquinas y me encantaba. Les pedía que me expliquen todo, y como es algo que me apasiona, aprendí bastante rápido”, recuerda Abril sobre sus inicios.

“Al principio me costó adaptarme pero le agarré la mano. Después ya era costumbre salir de traslado, ir para acá, para allá. Llegábamos temprano a la mañana, armabamos el campamento y yo ya sabía lo que tenía que hacer: le limpiaba los vidrios al tractor, hacía lo que me pedían y arrancaba”, explicó la joven de 16 años que tampoco descuidó sus estudios. Abril cursa quinto año y aún le queda sexto para terminar la secundaria, pero siempre que puede se va al campo y, cuando termine, proyecta estudiar Agronomía.

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Abril junto a su padre, Juan Manuel

“Este trabajo lleva mucho esfuerzo. Mi papá se subió a una cosechadora a los 15 años y nunca paró. Hoy lo veo y sé que tiene mil cosas en la cabeza: trabaja hasta la noche, tiene que pagar cuentas y siempre está contando los días para terminar un campo y arrancar otro, porque cuando él tiene un trabajo se compromete y lo cumple. Y yo lo quiero ayudar. Antes no entendía, pero una vez que lo viví y estuve las horas que él está arriba de la máquina empecé a valorar las cosas, sea poco o mucho. Entendí que no es lo mismo tener el tractor limpio o sucio, encajarte o no. Lo tomo con mucha responsabilidad y mi papá está chocho que trabaje con él”, afirma con una sonrisa.La joven, que hoy trabaja en tierras que compró su trastatarabuelo Lorenzo, desde muy chica se crió en el campo con sus abuelos paternos, Manuel Leopoldo y Mirta, que la cuidaron con gran cariño y dedicación mientras su papá se iba a trabajar.

En su infancia acompañaba a Manuel Leopoldo a cada lado que iba: darle de comer a las vacas, vacunarlas, ayudarlo en época de parición (se levantaba a las 2 o 3 de la mañana para controlarlas), subirse al tractor con él para recorrer los lotes, ir a buscar semillas o rollos.

Juan Manuel, su padre de 40 años, cuanto con orgullo: “Hace todo: carrea, anda en la máquina cuando yo necesito hacer algún trámite, traslada los equipos, todo”.

Abril recibió como regalo a los 15 un viaje a Disney: “La pasé hermoso, conocí otro país y me divertí muchísimo: viajé con un par de amigas de 9 de Julio pero éramos un grupo de 30 chicas de diferentes lugares del país. Cuando les contaba que manejaba un tractor ¡no me creían!”, recordó.

Josefina Pagani, periodista de TN, cuenta con detalles cómo un día de cosecha. Ante el llamado por radio de su papá, la joven maneja a unos 15 kilómetros por hora y se pega a la cosechadora: mantiene la dirección del tractor recta, presta atención a la carga, anota los kilos recolectados. Minutos después, la balanza en la cabina marca 23.000 kilos: tolva completa.

Abril avisa y se va a la punta del lote, donde la espera el camión, y descarga los granos amarillos. Si no surgen inconvenientes, como la rotura de alguna máquina, un chaparrón inesperado o el retraso de un camión, la escena se repite hasta entrada la noche. El trabajo comienza bien temprano y hasta las 21 no paran.

El cansancio no detiene su sonrisa y energía. Puede estar horas arriba de un tractor andando o simplemente esperando que le toque su turno, mirando cómo cosecha su papá. Otras veces es ella la que se sube a la máquina porque él tiene que hacer otra tarea: no tiene nada que envidiarle, lo hace con la misma perfección que él, su maestro.

Desde que tenía meses su papá le transmitió el amor por el campo.

Concluye el día y parte el último camión cargado: hora de levantar campamento. Mientras Juan Manuel y Martín, uno de los chicos que forman parte del equipo, pasan la sopladora a la cosechadora, Abril engancha la casilla y un carro a la camioneta.

Es viernes por la noche y llega la hora de cenar. El calor en pleno invierno hizo que la gente saliera pese a la pandemia: las sillas de las veredas de los bares y cafés de la ciudad de 9 de Julio se empiezan a llenar. “Yo como y a la cama: mañana me tengo que levantar temprano para ir a limpiar las máquinas”, recalcó Abril. Y es que este lunes un nuevo campo la espera.

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