Un estudio del INTI reveló el análisis de huella de agua y de carbono en 12 plantas industriales. Los resultados son el puntapié inicial para crear el primer inventario ambiental del sector en la Argentina.
En sintonía con las tendencias mundiales en materia de sustentabilidad industrial, que impulsan el conocimiento de la huella ambiental de un producto en todas las instancias de su cadena de valor, el entramado nacional de la avicultura ya cuenta con datos para armar su primer inventario ambiental.
El Instituto Nacional de Tecnología Industrial presentó los resultados de un análisis de huella hídrica y de carbono realizado junto al Centro de Empresas Procesadoras Avícolas (CEPA) en 12 plantas de faena ubicadas en distintas provincias. El informe concluyó que, en todos los casos relevados, la huella de carbono calculada es significativamente menor a los valores informados en estudios internacionales, señala un comunicado de la entidad.
El análisis, que fue llevado a cabo por los equipos de las sedes del INTI de Córdoba, Entre Ríos y Buenos Aires, determina el valor de dichas huellas ambientales para un kilo de carne de pollo faenado y envasado con menudo, de producción intensiva, con un ciclo de aproximadamente 52 días y destino a consumo interno, en la puerta del frigorífico. Además, identifica los puntos críticos o hotspots de cada etapa productiva, con el fin de generar mejoras orientadas a una mayor sustentabilidad, por ejemplo, en el consumo de energía y en el transporte.
Se trata de un reporte de gran utilidad para un sector productivo que en los últimos años incrementó significativamente su oferta de proteínas de origen animal y logró posicionarse en los mercados internacionales más exigentes a nivel ambiental. Según un estudio del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca, tan solo en 2020 se faenaron 757,9 millones de aves en la Argentina, de las cuales 356 millones fueron procesadas en las plantas frigoríficas que participaron de este proyecto.
Una radiografía ambiental de la avicultura argentina
El trabajo realizado junto a CEPA constituye, por el volumen de la muestra, un primer paso para conocer el impacto de toda la cadena productiva de esta industria en el país, from cradle to gate (de la cuna a la puerta). Para ello, los especialistas incluyeron tanto los insumos requeridos como las emisiones generadas para la producción de los diferentes tipos de alimentos utilizados en la crianza de los pollos parrilleros y las ponedoras.
También contemplaron los recursos energéticos y materiales utilizados en la postura e incubación de los huevos, engorde del pollo parrillero, faena y procesado en la planta frigorífica, que incluyen energía eléctrica, combustibles, materiales para la cama de pollo, envases, productos de limpieza y desinfección, entre otros. Para su análisis, el sistema productivo fue dividido en subsistemas: producción agrícola, producción de alimento balanceado, producción de carne, producción de padres y transporte.
Los resultados indican que la huella de carbono fue de 1,50 kg de CO2eq/kg de carne de pollo (unidad funcional elegida) para el promedio ponderado de los 12 casos de estudio, distribuido en las etapas del frigorífico (25 por ciento), granjas de parrilleros (29 por ciento), plantas de alimentos balanceados/piensos (42 por ciento), granjas de postura (1 por ciento), granjas de recría (0,5 por ciento) y plantas de Incubación (2 por ciento).
Respecto a la huella de agua por escasez, el resultado fue de 0,54 m3eq/kg de carne de pollo, distribuido en las etapas del frigorífico (38 por ciento), granjas de parrilleros (10 por ciento), plantas de alimentos balanceados/piensos (47 por ciento), granjas de recría (0,6 por ciento), granjas de postura (1,3 por ciento) y plantas de Incubación (2,3 por ciento).
Según el informe, uno de los principales puntos críticos aparece en la producción de los granos para alimento de las aves. En tanto, los traslados hasta la planta de piensos también representan un hotspot, pero que puede verse reducido si se incentiva la compra a productores ubicados en cercanías de las plantas.
En lo que respecta al subsistema incubador, el mayor aporte a la huella se detectó en el consumo de energía eléctrica y, sobre todo, de combustible. Para el subsistema granja, se destacan los aportes de los alimentos para engorde de las aves, la fermentación entérica y gestión del estiércol, el consumo de energía eléctrica y el transporte de insumos, principalmente, de cama de pollo. Dentro del subsistema frigorífico, el uso de energía eléctrica, las emisiones de la laguna de tratamiento de efluentes y el transporte son los puntos que generan mayor huella.
Por otra parte, en lo que tiene que ver con el análisis de huella de agua por escasez, los piensos, la energía y el transporte explican la mayor contribución en el impacto de las granjas de recría, reproductoras y parrilleros.
En tanto, el subsistema incubador muestra un ligero aporte al total en el que se destaca el consumo de energía eléctrica. Por último, la huella de agua del subsistema frigorífico se explica, en suma, por el consumo energético, los productos de limpieza y el cartón utilizado para el packaging.
Con estos datos, el sector cuenta con un diagnóstico exhaustivo de su impacto ambiental y con herramientas para realizar mejoras en los procesos y consumos, de manera eficiente y sustentable.