Desde la difusión y adopción masiva de híbridos de maíz en las décadas de los 60 y 70 se creía que la producción de semilla propia para grano era prácticamente imposible debido a que se perdería el potencial de rendimiento propio del vigor híbrido de esos materiales. El maíz, como otras alógamas, tiene una alta probabilidad de disminuir sus rendimientos al usar semilla hija de híbridos, ya que sus progenitores son líneas puras endógamas (Rossi, 2007). La principal cualidad de esas líneas es su habilidad combinatoria para dar semilla de alto potencial de rendimiento por la heterosis que conllevan y el vigor híbrido que producen. La descendencia del hijo de híbrido resultará en un 25% de ejemplares similares a la línea paterna y 25% a la materna (ambas de menor productividad individual) y sólo el 50% restante conservará el vigor híbrido y su buen comportamiento. Sin embargo, la realidad indica que, al responder a una herencia de múltiples alelos, el rendimiento no muestra perfectamente esas proporciones y no cae tan estrepitosamente como se creía.
Los productores ganaderos de los faldeos de las sierras de Comechingones, al oeste de Río Cuarto, sembraron siempre un maíz de doble propósito (forraje y/o grano) que llegaba a cosecha de grano sólo los años con altas precipitaciones, mientras que los años secos se pastoreaba en pie. Para la siembra de estos lotes, de muy baja inversión, se utilizaba semilla hija de híbridos en un 80% de la superficie y semilla híbrida en uno cada cinco surcos. Siguiendo esta tradición y realizando selección masal sobre características deseables, algunos productores de la región llegaron a tener maíces de libre polinización, que usaron en planteos agrícolas sin recurrir a semilla híbrida comercial.
Las variedades de libre multiplicación (VLM) seleccionadas para grano no alcanzan los rendimientos de los híbridos comerciales actuales (60-80% del rendimiento), pero cuentan con características similares de peso hectolítrico y calidad, para su comercialización junto a aquellos. Al bajar sustancialmente su costo de producción, dan cultivos económicamente competitivos, sin recurrir a grandes inversiones en semilla, por lo cual tienen un menor riesgo económico al bajar el rendimiento mínimo necesario para recuperar los costos de producción.