El joven productor que ama el campo y lucha por el arraigo en un momento crítico: el drama luego de los 620 mm

«El campo es sacrificio, pero también una forma de vida que amo», relata Juan Curzel, que produce carne y huevos junto a su familia

El joven productor que ama el campo y lucha por el arraigo en un momento crítico: el drama luego de los 620 mm

A 10 kilómetros de Huanguelén (suroeste de la provincia de Buenos Aires), en el establecimiento «El Recuerdo», Juan Curzel, un joven de 19 años, nos abre las puertas de su vida en el campo. Su pasión y esfuerzo, lo motivó a quedarse en la tierra que vio crecer a su familia y afrontar los desafíos del agro.

Su historia es un reflejo de la resiliencia rural, especialmente tras el último fenómeno climático que dejó el campo familiar bajo el agua.

«No me arrepiento de vivir en el campo»

Criado entre vacas, gallinas y sembrados, Juan eligió continuar con la tradición familiar. «Terminé la secundaria y decidí quedarme en el campo para ayudar a mi papá. Es un establecimiento chico, pero con esfuerzo estamos creciendo«, cuenta con entusiasmo.

Huanguelén, una localidad de 6 mil habitantes al oeste de la provincia de Buenos Aires, está repartido en cuatro distritos: Coronel Suárez, Guaminí, Daireaux y General Lamadrid. Es una zona mayoritariamente ganadera y lo que se siembra se utiliza como forraje.

La rutina de Juan comienza temprano: alimentar a los animales en el feedlot, revisar los gallineros y atender alguna contingencia con las máquinas o en el parque. «Acá no hay sábados ni domingos cuando es época de siembra», dice. Aunque las jornadas son largas y extenuantes, Juan lo ve con optimismo: «Es lindo tener una responsabilidad, y saber que lo que hago hoy es para crecer mañana».

arraigo campo

El golpe de la tormenta: «Fue impresionante»

El 23 de febrero parecía un día normal, amaneció soleado por la mañana. «Era el cumpleaños de mi papá y la noche anterior hubo un viento de 150 o 160 km/h que tumbó árboles y silos. Pero lo peor vino después», relata. Al mediodía, el cielo se cerró y comenzó a llover intensamente. «Desde el mediodía hasta la una de la mañana cayeron 250 mm, y en los días siguientes se acumuló un total de 620 mm. Nunca vi algo así», cuenta con asombro.

campo inundado

La inundación afectó a toda la zona. «Las gallinas están en jaulas a un metro de altura, pero el gallinero está con agua. Los caminos desaparecieron, no podíamos ni ir al pueblo. Nos encajamos con la camioneta y tuvimos que salir en tractor», recuerda. La desesperación crecía al ver cómo el agua no daba tregua. «Los gallineros cedieron con el peso del agua y algunas jaulas se cayeron. Perdimos algunos animales», lamenta.

En el feedlot, la situación no fue tan crítica. «Gracias a que lo habíamos construido en una loma, logramos salvarlo, pero darles de comer se volvió una odisea. Nos lleva tres horas diarias, en medio del barro y el agua, para asegurarnos de que los animales estén bien», explica.

inundaciones campo

El problema más grave fue el aislamiento. «Cuando finalmente pudimos ir al pueblo, tuvimos que dar una vuelta de 50 km porque los caminos estaban intransitables. En el pueblo tampoco estaban bien, algunas casas se inundaron porque se abrieron zanjas para desviar el agua», dice.

«El problema ahora es el invierno»

Una vez que el agua comenzó a bajar, quedó en evidencia la magnitud de los daños. «Todo lo que habíamos guardado para el invierno tuvimos que usarlo ahora, porque los animales no tenían qué comer», explica. Lo que no se perdió por la lluvia, se echó a perder con la humedad. «Los girasoles que estaban listos para cosechar se pudrieron, el maíz que había sobrevivido a la sequía terminó bajo el agua», lamenta.

BARRO CAMPO

Ahora, el desafío es enfrentar los próximos meses sin pasto suficiente. «El que no tenga comida guardada va a estar complicado», advierte. Sin embargo, la solidaridad entre vecinos se hizo presente. «Nosotros tuvimos suerte de estar en el campo y poder mover las vacas, pero un vecino recién ahora pudo llegar al campo porque no tiene tractor y le estamos dando una mano con rollos para sus animales. Terminamos cansados, porque andar todo el día con las botas de goma puestas te cansa», cuenta.

Futuro en el campo: entre desafíos y oportunidades

Más allá de las dificultades, Juan no piensa en otro futuro que no sea el agro. «Fui a la ciudad un par de veces, pero no me gustó. Prefiero el aire libre, estar en movimiento, ver crecer lo que sembramos. No soy de estar adentro, me gusta salir, voy al galpón o a mirar las vacas», afirma con convicción.

CAMPO LLUVIAS

El trabajo no se detiene. «Ahora estamos cortando leña, acomodando los alambrados y tratando de arreglar lo que se rompió. El viento que se levantó con la tormenta hizo grandes destrozos.», dice. Y aunque a veces el cansancio pesa, no se rinde: «Sabemos que lo que estamos haciendo hoy es para tener un mejor futuro. El campo es sacrificio, pero también una forma de vida que amo».

Su historia es la de tantos jóvenes que, a pesar de los obstáculos, siguen apostando por la forma de vida rural. Con esfuerzo, compromiso y una visión clara, Juan demuestra que el futuro del campo también está en manos de las nuevas generaciones.

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