- Con condiciones climáticas favorables y una mayor apuesta al maíz, se espera que el consumo de fertilizantes supere las 5 millones de toneladas en 2025.
- Sin embargo, la reposición de nutrientes en los suelos continúa en niveles críticos, alertó Fertilizar AC.
- Okandú aporta evidencia de manejo y respuesta en soja y maíz.

“La fertilización es una estrategia mejoradora, con abultada evidencia científica local y global que la respalda. Adicionalmente, es económicamente rentable cuando se define en base a información precisa de las condiciones de suelo, climáticas y perspectivas de precios en el corto plazo”. Así definió María Fernanda González Sanjuan, gerente ejecutiva de Fertilizar AC, la importancia que tiene esta tecnología para el sistema productivo, que si bien viene creciendo su uso, todavía queda mucho para reponer los nutrientes que se extraen del suelo
Según su visión, el buen escenario climático y los mejores márgenes que ofrece el maíz frente a otros cultivos estivales impulsarán la demanda de insumos, proyectándose un consumo superior a las 5 millones de toneladas de fertilizantes, lo que representaría un incremento del 3% respecto de la campaña anterior.
El maíz, por sus precios relativos y su aporte estratégico en las rotaciones, concentra las mayores expectativas de uso de fertilizantes. Se espera que el crecimiento del área y el mayor cuidado en su manejo nutricional sostengan la expansión del mercado. El girasol, con un ciclo más corto y menos demandante en nutrientes, también suma hectáreas gracias a la mejora de su ecuación económica.

A nivel de mercado, los técnicos advierten que las relaciones insumo/producto son algo más ajustadas que en la campaña pasada. Esto obliga a los productores a optimizar el uso de cada kilo de fertilizante aplicado, lo que remarca la importancia de los diagnósticos de suelo como herramienta de eficiencia. “Cada peso invertido debe generar un retorno claro en rendimiento y calidad”, señaló González Sanjuan.
En 2024, Argentina consumió unas 4,9 millones de toneladas de fertilizantes, de las cuales el 65% fueron importados y el 35% de origen nacional. La mayor parte de la producción local (más del 60%) correspondió a nitrogenados, mientras que el resto se repartió entre fosfatados y potásicos en baja proporción.
Esta fuerte dependencia del mercado externo expone a los productores a la volatilidad internacional. La guerra en Ucrania y las restricciones comerciales de países productores han mostrado en los últimos años la fragilidad de la cadena global de fertilizantes. En Brasil, principal comprador mundial, la reposición de nutrientes alcanza el 80% de lo que se extrae, mientras que en Argentina apenas llega al 40%.
Reposición insuficiente: una deuda con los suelos
Uno de los principales puntos de alerta sigue siendo la reposición de nutrientes. En la última campaña, apenas se alcanzó el 40% del total extraído en nitrógeno, fósforo, potasio y azufre.
En nitrógeno, el nivel de reposición fue del 62%, aunque con una deuda estimada en 650 mil toneladas de nutriente, equivalentes a 1,5 millones de toneladas de fertilizante nitrogenado. En fósforo, se repuso un 57% de lo exportado; y en azufre, apenas algo más del 30%. El caso más crítico es el potasio, donde se estima que menos del 2% del exportado fue repuesto.
La directiva de Fertilizar advirtió que estos balances negativos no son nuevos. En los últimos 30 años, la reposición promedió apenas 49% para N, 55% para P, 0,2% para K y 27% para S. “Las muy bajas tasas de reposición, entre 35 y 40%, muestran una deuda interna pendiente con los suelos que compromete la sostenibilidad en el mediano y largo plazo”.
Los ensayos conducidos por Fertilizar AC desde 2016, junto con universidades y redes de productores, demuestran que los lotes sin fertilizar rinden en promedio 18% menos que los fertilizados con dosis habituales. Al aplicar esquemas balanceados y ajustados por análisis de suelo, el incremento adicional llega al 22%, con márgenes económicos positivos en la mayoría de los casos.
Trabajos de AACREA y de la Facultad de Agronomía de la UBA muestran que cerrar las brechas de rendimiento depende en gran medida de mejorar la nutrición. “La fertilización es una estrategia mejoradora con evidencia científica y económica contundente”, agregó
Cómo ajustar la fertilización en soja y maíz en el lote
La consultora Okandú, liderada por Santiago Lorenzatti, Martín Sánchez y Agustín Bianchini, aporta una mirada complementaria desde la práctica. El equipo enfatiza que la nutrición balanceada es una de las Buenas Prácticas Agrícolas clave, y que debe pensarse en términos de rotación más que de cultivos aislados.
La soja, por su capacidad de fijar nitrógeno biológicamente, suele mostrar baja respuesta al agregado de este nutriente. También tiene umbrales de respuesta relativamente bajos al fósforo y al azufre, lo que muchas veces desincentiva la fertilización.
Okandú evaluó durante seis campañas (2014-2020) distintas estrategias en soja de primera. El promedio de los ensayos no mostró diferencias significativas entre los tratamientos, pero en ambientes puntuales sí aparecieron respuestas claras.

En la campaña 2019/20, en el sudeste de Córdoba, la fertilización con 100 kg/ha de SPS arrojó un incremento de más de 500 kg/ha, pasando de 4.005 a 4.580 kg/ha. “El desafío está en identificar esos ambientes con potencial de respuesta y acompañarlos con fertilización acorde”, señalan los técnicos.
En el caso del maíz, la evidencia es más consistente. Okandú destaca que la nutrición de base con fósforo, azufre y zinc es fundamental para sostener la fertilidad de los suelos, mientras que el nitrógeno es el nutriente decisivo para generar rinde.
Los ensayos en el sudeste cordobés muestran que en ambientes medios (11.500-13.000 kg/ha), la respuesta crece hasta 250 kg/ha de N. En ambientes de alta productividad (más de 13.000 kg/ha), los rindes responden incluso con niveles de 300 kg/ha de N. “Nutrición y densidad son dos variables que van de la mano y que deben ajustarse al ambiente y al híbrido elegido”, remarcan.
Un desafío pendiente: políticas de largo plazo
El mercado de fertilizantes argentino enfrenta un doble desafío: por un lado, la necesidad de invertir más y mejor en reposición de nutrientes para evitar el deterioro de los suelos; por otro, la dependencia de importaciones, que expone al productor a la volatilidad global.
Técnicos y referentes sectoriales coinciden en que el país necesita una política pública de fertilización y manejo de suelos, con incentivos a la reposición y programas que fortalezcan el diagnóstico y la adopción de Buenas Prácticas. “Si no se avanza en este camino, la producción corre el riesgo de estancarse en el mediano plazo por limitaciones de nutrientes que ya se están evidenciando en campo”, advierten desde Fertilizar.
En este marco, tanto la evidencia generada por Fertilizar AC como la experiencia de Okandú muestran que la fertilización no es un gasto, sino una inversión. Una inversión que mejora rendimientos, aumenta rentabilidad y asegura la sustentabilidad de los sistemas productivos argentinos.