La reciente imposición de aranceles estadounidenses a la carne vacuna proveniente de Brasil ha alterado significativamente el tablero del comercio agroalimentario regional. En este contexto, las plantas frigoríficas en Uruguay se han convertido en activos estratégicos para sortear las barreras arancelarias impuestas por la administración de Donald Trump.
Las empresas Marfrig Global Foods SA y Minerva SA, dos de los mayores exportadores de carne de Sudamérica, están inmersas en una disputa por el control de tres plantas uruguayas, actualmente bajo revisión de las autoridades antimonopolio de ese país.
Uruguay: nuevo eje en la logística de exportación cárnica
El conflicto surgió cuando Marfrig anunció la terminación automática del acuerdo de venta, argumentando que Minerva no obtuvo aprobación regulatoria dentro del plazo previsto. Minerva respondió que el acuerdo sigue vigente y ha apelado la decisión ante la comisión de competencia uruguaya, que expresó preocupación por una posible concentración de mercado ganadero.
La creciente importancia de Uruguay como plataforma exportadora libre de aranceles hacia EE.UU. posiciona sus plantas como claves dentro de las estrategias de tecnificación y diversificación de mercados del sector cárnico brasileño, particularmente ante la erosión del principio de «nación más favorecida» de la OMC.
Estrategias ante un nuevo proteccionismo
Mientras Marfrig, a través de su filial National Beef, ya importa carne uruguaya para abastecer el mercado estadounidense, Minerva busca expandir su red en países como Paraguay, Argentina y Uruguay para reducir su exposición a medidas unilaterales y asegurar trazabilidad y continuidad en sus flujos comerciales.
Este tipo de disputas empresariales pone de relieve cómo las cadenas de valor agroalimentarias están siendo reconfiguradas por factores extraproductivos como políticas proteccionistas, regulaciones antimonopolio y diplomacia comercial.
Desafíos para la integración y competitividad regional
La situación exige una mayor coordinación entre los países del MERCOSUR para desarrollar infraestructura exportadora, evitar distorsiones de mercado y facilitar la adopción de normas sanitarias y regulatorias armonizadas, que fortalezcan la resiliencia y competitividad del comercio agropecuario sudamericano.
Con los flujos cárnicos globales bajo presión, y la sustentabilidad como nuevo eje de competitividad, la disputa entre Marfrig y Minerva va más allá de una operación empresarial: refleja las tensiones estructurales que enfrenta América Latina en su intento de consolidarse como un proveedor confiable en el comercio agroalimentario mundial.