El “chamuyo” de la agricultura regenerativa empieza a pagar en dólares crocantes

  • Un programa impulsado por empresas de toda la cadena de valor premia a los productores que mejoran las condiciones del suelo.
  • Cultivos de servicios, rotaciones, integración con la ganadería, balance nutricional y manejo integrado de plagas, en la agenda.
El "chamuyo" de la agricultura regenerativa empieza a pagar en dólares crocantes

Para no quedar vacíos de sentido, los conceptos muchas veces tienen que ser traducidos a datos y propuestas concretas. Por ejemplo: ¿qué significa “agricultura regenerativa”? ¿Es una nueva manera de lavar la imagen de las empresas? ¿Es una forma de producción ideal a la que se llegará cuando se alineen los astros y la economía permita pensar en el largo plazo?

La respuesta está soplando en el viento, pero algunas señales interesantes se empiezan a observar en el campo de la realidad. Esta semana en Arrecifes, norte de la provincia de Buenos Aires, una empresa agropecuaria mostró qué es lo que está haciendo para regenerar las condiciones del suelo y cómo, de la mano de empresas de insumos y comercio de granos, ya está obteniendo rédito por la implementación de esas prácticas.

Se trata de Garfin Agro, una firma de capitales italianos que está presente en Argentina desde 2001 y que maneja 20.000 hectáreas en las zonas de América, Balcarce y Arrecifes, en la provincia de Buenos Aires. Juan Ignacio Mateu, coordinador técnico de Garfin, detalló que en los tres sitios productivos buscan la aplicación de tecnologías de precisión, miden variables con agricultura digital e integran la producción agrícola con la ganadería.

Juan Ignacio Mateu, coordinador técnico de Garfin Agro, en un lote de vicia y avena de cobertura.Juan Ignacio Mateu, coordinador técnico de Garfin Agro, en un lote de vicia y avena de cobertura.

En Balcarce cuentan con unas 12.000 hectáreas en las que producen granos, semillas de maíz, trébol y vicia, y tienen cerca de 2.000 vientres. En América, al oeste de la provincia, son 3.000 hectáreas de muy alta productividad, 200 vientres, algo de hacienda en recría sobre centeno y un feedlot. Y en Arrecifes la superficie alcanza las 5.000 hectáreas y allí se hace una rotación intensiva de trigo, cebada, maíz, soja, camelina, cultivos de servicio y cría y recría en verdeos de invierno como la avena. En esa zona, por ejemplo, se encuentra el establecimiento San Marcos, de mil hectáreas, que desde el año pasado participa en un programa de agricultura regenerativa con más del 50 por ciento del campo bajo doble cultivo y medición permanente de variables.

El programa, liderado por la compañía Louis Dreyfus Commodities (LDC) -una de las principales traders de productos agrícolas del mundo-, en colaboración con empresas e instituciones como Aapresid, la proveedora de insumos Syngenta, la empresa de consumo masivo Nestle, bancos, ONGs conservacionistas y certificadoras de sustentabilidad, busca “ayudar a reducir las emisiones de carbono, conservar los ecosistemas, los recursos naturales e impulsar la resiliencia climática en las comunidades agrícolas”. Es, según describieron, una visión holística y un esfuerzo de comunicación que se encuentra en la intersección entre agricultura y biología.

Martín Sanin, responsable del negocio agrícola de Lacau, una firma familiar con base en Lincoln que además de su emblemático tambo y su fábrica de quesos siembra 40.000 hectáreas en Argentina y 10.000 en Uruguay, cuenta que el año pasado la empresa también se sumó al programa con un campo de 1.000 hectáreas en la localidad de Villa Lía en el norte de Buenos Aires.

Martín Sanin, responsable del negocio agrícola de LacauMartín Sanin, responsable del negocio agrícola de Lacau

“El 65 por ciento del área es agrícola y el resto son cañadones donde ponemos vacas y se transforman naturalmente en corredores biológicos. En la parte agrícola, el campo ya estaba sistematizado con terrazas y siembra directa, pero la inclusión de cultivos de servicio para tener el campo siempre verde y la nutrición balanceada son dos pasos muy importantes. Siempre tratamos de hacer cultivos de renta como trigo, camelina o carinata, pero si no, vamos a cultivos de cobertura”, afirmó en diálogo con Clarín Rural.

Y agregó: “Regenerar es recuperar parte de un deterioro que existe e ir hacia una situación de sustentabilidad, de equilibrio. El programa te ayuda a formalizar muchas de las cosas que hacés, y para mí hay una sociedad que claramente lo está demandando. Además hay socios internos, sobre todo de las nuevas generaciones, que lo empezaron a ver como una condición”.

La decisión de Garfin y de Lacau es un paso más en un rumbo que ya habían tomado, pero está lejos de ser una tendencia firme en el sector. Alcanza con recorrer unos kilómetros por cualquier ruta en esta época del año para ver cientos de lotes desnudos, en barbecho químico e incluso con algún tipo de labranza. Pero los que saben de cambios de paradigma aseguran que si un dos por ciento de la masa crítica se convence, se anima a probar y ve buenos resultados, es solo cuestión de tiempo para que el resto lo imite.

Qué se impulsa y cómo se mide

Verónica Vazquez, responsable del programa de Agricultura Regenerativa por parte de LDC, enumeró las prácticas que buscan promover entre los participantes. Los cultivos de servicio, cuyos beneficios a esta altura no hace falta detallar, son una de ellas. Además impulsan, en lo posible, la integración con la ganadería, por el aporte de estructura que generan las pasturas y los nutrientes que libera el bosteo de los animales.

Otras premisas son la rotación balanceada de cultivos con una planificación mínima de dos años, el manejo responsable de nutrientes y el manejo integrado de plagas.

Verónica Vazquez, responsable del programa de Agricultura Regenerativa por parte de LDC.Verónica Vazquez, responsable del programa de Agricultura Regenerativa por parte de LDC.

¿Cómo se mide el impacto de dichas prácticas? Marcelo Beltrán, investigador del Instituto de Suelos del INTA Castelar, explicó que la principal variable a observar en el suelo es la evolución de la materia orgánica, “el indicador más importante porque afecta la microbiología, la física y la química”. Pero también existen otros análisis más finos como la densidad aparente -”un parámetro para conocer la física de suelo que es bastante fácil de medir”-, y la respiración biológica.

Para Mateu, como productor, el beneficio es muy evidente. “Hay observaciones visuales muy manifiestas en el cambio de la estructura de suelo, pasar de estructuras laminares a una estructura mucho más porosa, con raíces que llegan más profundo y mejoran la captación de agua y nutrientes. Cuando vemos los rendimientos de este campo en comparación al resto de la zona, siempre estamos en el grupo de mayor rinde”, dice.

Marcelo Beltrán, investigador del Instituto de Suelos del INTA Castelar.Marcelo Beltrán, investigador del Instituto de Suelos del INTA Castelar.

La recompensa

Claro que, como se dijo en el comienzo de este artículo, para que la cosa no quede en un conjunto de buenos deseos, tiene que haber beneficios tangibles. El principal es el que se genera para todo el sistema con un suelo y un ambiente equilibrados, por supuesto. Pero además, en el proyecto impulsado por la trader de commodities -que es tan solo uno de varios proyectos similares-, hay premio para los que muestran avances.

Vazquez explica que los requisitos básicos para participar son poner bajo análisis al menos 700 hectáreas y que los granos producidos sean destinados a la planta de LDC en la localidad de General Lagos, por lo que se limita al norte Buenos Aires y sur de Córdoba y Santa Fe.

Luego -y esto es crucial-, lo que premian no es la cantidad de granos producidos sino las prácticas aplicadas. “El productor recibe un pago por la implementación de cultivos de servicios, intensificación de cultivos, integración con ganadería, manejo integrado de plagas y enfermedades y manejo responsable de nutrientes. Se liquida por cantidad de hectáreas bajo cada práctica”, detalló Vázquez, y aclaró que se tomó ese criterio en lugar de fijar un premio por volumen de granos porque eso podría ir en detrimento de las buenas prácticas, ya que a veces volcarse a nuevas formas de producir implica resignar algo de rendimiento, al menos en el comienzo.

El monto exacto del premio no fue revelado, pero este medio pudo saber que el máximo beneficio económico posible ronda los 17 dólares por hectárea. Pero además, la compañía les asegura a los participantes un cupo de logística en plena cosecha y se les tolera un punto más de humedad en la entrega del grano, cuyo estándar para la soja suele ser del 13,5 por ciento.

“Ese uno por ciento te facilita mucho la logística porque permite muchas veces ir directo al puerto y no tener que pasar por la planta de silos para acondicionar los granos, lo cual reduce el costo de traslados”, destacó Mateu.

En Argentina, el objetivo del programa para este año es inscribir a 10 productores de la zona núcleo e implementar prácticas de agricultura regenerativa en 10.000 hectáreas en las que se produzcan soja y maíz como cultivo principal. “Ya tenemos 9.000 hectáreas y apuntamos a duplicarlas el año que viene. Para 2030 la idea es poder involucrar a 400 productores en el país y alcanzar las 205.000 hectáreas”, concluyó Vazquez.

 

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