Aceptar la presión de Estados Unidos sobre retenciones sería pegarse un tiro en el pie

  • Los sojeros norteamericanos pidieron a su gobierno que apriete a Milei para que no elimine los derechos de exportación a nuestro complejo agroindustrial.
  • Quieren que perdamos competitividad y es obsceno y peligroso, un condicionamiento inaceptable.
  • Lo que dejó afuera de China a los productores de soja de Estados Unidos fue la política arancelaria de su propio gobierno, que le metió derechos de importación de arriba del 100% al grueso de las importaciones de ese origen. Como represalia, los chinos dejaron de comprar soja norteamericana, volcándose fundamentalmente a Brasil, Paraguay y Uruguay, y no tanto en Argentina.. Foto: REUTERS
Lo que dejó afuera de China a los productores de soja de Estados Unidos fue la política arancelaria de su propio gobierno, que le metió derechos de importación de arriba del 100% al grueso de las importaciones de ese origen. Como represalia, los chinos dejaron de comprar soja norteamericana, volcándose fundamentalmente a Brasil, Paraguay y Uruguay, y no tanto en Argentina.. Foto: REUTERS

Tratando de digerir los dislates a los que nos somete la política, vayamos a nuestras cosas. Hay mucha miga y no es momento para distraerse.

Primer punto: la soja se mantiene bordeando los 500.000 pesos la tonelada. Quince días después del famoso flash de la reducción a cero de las retenciones para todos los granos y derivados, parece que la demanda todavía no está satisfecha y los exportadores vuelcan al mercado la ventaja arancelaria concedida por el Gobierno.

El valor de la soja argentina está todavía un 25% por encima de lo que se pagaba antes de la medida, lo que significa un traslado prácticamente total de la mejora arancelaria a los productores. Recordemos que la soja pagaba (y vuelve a pagar ahora) un 26% de derechos de exportación. Por supuesto que la ventanita se acabará cuando los exportadores vayan cubriendo los compromisos asumidos cuando inscribieron sus Declaraciones Juradas de Ventas al Exterior, atadas a la liquidación de los famosos 7 mil millones de dólares que les había pedido el Gobierno.

Esto trajo bastante calma y aplacó el alboroto que había generado el rápido cumplimiento del cupo. Algunos quisieron instalar la idea de “transferencia de ingresos”, prebendas o maniobras negociadas entre gallos y medianoche, cuando lo que hubo fue un pedido urgente e improvisado de dólares a la agroindustria. Un privilegio contar con una cadena tan sólida, estable y con instituciones que, más allá de los distintos intereses de cada eslabón, al final del día siempre responde. La vaca viva.

Lo demás, por ahora, está del lado del otro lado del mostrador. Por ahora, la Vaca Muerta es el negocio del eterno futuro. Lo que hay es el complejo agroindustrial, con su abanderada, la soja. Un rubro donde la Argentina tiene un enorme impacto global. Revisemos lo que está ocurriendo, sobre todo a partir de lo que se viene ahora: la negociación en marcha con el gobierno de Trump por los 20 mil millones de dólares que darían alivio definitivo a las penurias macroeconómicas del programa de Milei.

Los farmers sojeros de Estados Unidos están que trinan. A diario aparecen posteos de productores y dirigentes que protestan por el apoyo de Trump a sus competidores argentinos. Dicen, sin ponerse colorados, que su gobierno está ayudando a la competitividad de la soja argentina, lo que en su visión los ha desalojado del mercado chino.

La realidad es bastante diferente. Lo que los dejó afuera de China fue la política arancelaria de su propio gobierno, que le metió derechos de importación de arriba del 100% al grueso de las importaciones de ese origen. Como represalia, los chinos dejaron de comprar soja norteamericana, volcándose fundamentalmente a Brasil, Paraguay y Uruguay, y no tanto en Argentina. Esto es porque nuestro país no tiene mucho poroto de soja disponible, porque la mayor parte se exporta como sus derivados industriales: aceite y harina de soja. Históricamente, China prefiere llevarse el trabajo a su casa, importando poroto y procesando en su enorme industria de crushing. Para ello, manejan una política arancelaria proteccionista, que impone derechos de importación para los productos de valor agregado.

Lo concreto es que China se encontró con la oportunidad de abastecerse en otro lado, y abandonó a los farmers a su suerte. Estos pusieron el grito en el cielo y venían presionando a Trump con pedidos de auxilio económico. Léase subsidios. Y cuando aparece el tema del apoyo a Milei, pusieron el grito en el cielo. Rebelión en la granja. Prácticamente exigieron que su gobierno condicionara el auxilio de 20 mil millones de dólares, a que la Argentina eliminara el “tax holiday”, es decir, las vacaciones de las retenciones. En otras palabras, que apretara a Milei para que no elimine los derechos de exportación al complejo agroindustrial, así perdíamos competitividad. Obsceno. Pero peligroso, un condicionamiento inaceptable.

La ayuda que ahora promete a sus productores es de 12.500 millones de dólares, bajo un mecanismo existente de precios mínimos garantizados. Por este sistema, se habían presupuestado 7 mil millones de dólares. Ahora se sumarían otros 5.500, según indicó ayer AgWeb.

Es todo un tema. Un viejo axioma del comercio libre dice que “el remedio para los bajos precios son los bajos precios”. Funciona así: cuando los precios son bajos, la oferta ajusta reduciendo la producción, con lo que a mediano plazo las cotizaciones suben. Y viceversa. Cuando los precios suben mucho, la producción aumenta y los precios se acomodan a la baja.

Pero si aparece la distorsión de los subsidios, esto no sucede. Entonces, hay que prestar atención, en el juego de la diplomacia comercial, a estos subsidios explícitos a los sectores que compiten con nuestra producción. En Estados Unidos la producción agropecuaria es la locomotora de una poderosísima industria de proveedores, tanto de bienes de capital como de insumos. Todos la están pasando mal en este momento, con ventas en caídas y tensiones en cascada. Así que este auxilio parece inexorable.

Frente a esta realidad, lo que la Argentina debe hacer es remarcar el perjuicio que nos genera, por su impacto en la oferta, que no se ajusta. Y neutralizar la presión para que aquí castiguemos a nuestra producción. Aceptarlo sería pegarse un tiro en el pie.

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