Con saber argentino, productores venezolanos mejoraron 20 por ciento los rindes y bajaron 40 por ciento sus costos

  • Allí se conformó un grupo Regional Aapresid en busca de estrategias para ganar competitividad.
  • Incluir la soja y la siembra directa les permitió cambiar radicalmente sus índices.
Con saber argentino, productores venezolanos mejoraron 20 por ciento los rindes y bajaron 40 por ciento sus costos

Corría el 2018 cuando la crisis económica golpeó de lleno al campo venezolano. “Ese año el país quiebra y el Estado deja de subsidiar al sector agropecuario. El productor se encontró con una realidad totalmente diferente: tenía que salir a competir, y no tenía productividad para nada”, recuerda Hernán Torre, productor de la Regional Aapresid Venezuela.

En Venezuela, producir nunca fue sencillo. El sistema financiero no ofrece créditos, lo que hace “imposible crecer con plata propia”. A eso se suma un bajo nivel de capacitación, escasa transferencia tecnológica y procesos productivos rudimentarios. “El escenario era muy complejo y en medio de la crisis, muchos empezamos a entender que para salir a flote era necesario organizarse”, resume Torre.

El campo venezolano es diverso y fragmentado. En promedio, las empresas rondan las 100 a 150 hectáreas, aunque hay desde pequeños lotes de 20 o 50 has, hasta explotaciones de 3000 has. “Está mucho más distribuido en pequeños productores que lo que uno ve en Argentina”, describe Torre.

Además, en Venezuela los suelos son un mosaico: “dentro de un mismo lote se pueden encontrar texturas arcillosas, franco arcillosas, francas o arenosas”, explicó.

Los sistemas de producción se reparten según el clima y las lluvias: en el oriente, con 2000 mm anuales, es posible hacer dos ciclos de siembra al año; en el centro, más árido, apenas 900 mm permiten un solo ciclo; en el occidente, con entre 1600 y 1800 mm, también se logran dos ciclos de siembra.

Los cultivos también reflejan esta diversidad. El maíz ocupa el rol protagónico (80% blanco para consumo humano, 20% amarillo para animales), seguido por arroz, caña, frijol, ajonjolí y soja. Entre los productores que conforman la Regional Aapresid Venezuela la especialización es clara: “El 70% somos arroceros, y el resto se divide entre frijol, ajonjolí, maíz y soja”, resume.

A diferencia de Argentina, en Venezuela los volúmenes producidos apenas alcanzan para abastecer el mercado interno. “No llegamos a sembrar un millón de hectáreas entre todos los rubros, incluida la horticultura, cuando tenemos una capacidad ociosa de 24 millones de hectáreas listas para ponerse en marcha. Esa es la gran diferencia”, contrasta Torre.

Los primeros pasos

Los productores venezolanos conformaron un grupo Regional Aapresid en busca de estrategias para ganar competitividad. El primer objetivo fue claro: romper el monocultivo de arroz. “Antes era arroz de invierno y arroz de verano, nada más. Decidimos meter soja en la época de lluvia para rotar, y cultivos de servicios entre medio. Eso nos permitió mejorar un 20% los rendimientos y reducir casi un 40% los costos”, cuenta Torre.

Además de la intensificación de secuencias, la siembra directa y el ajuste de tecnologías de procesos fueron clave. “Acá era un descalabro: se sembraba tarde, las aplicaciones se hacían fuera de fecha, la cosecha se atrasaba. Hoy uno de los grandes logros es haber entendido la importancia de hacer las cosas en tiempo y forma”.

El salto en conocimiento también se siente: “Hace tres años nadie hacía análisis de suelo. Hoy el 100% de la Regional los hace. Eso cambió la manera de fertilizar y nutrir los cultivos”, subraya.

El valor de la red

La Regional Venezuela está compuesta por 13 productores que entendieron que, en soledad, los límites son demasiado estrechos. “Compartir información, juntarse con productores de perfil similar, competir sanamente: eso te obliga a mejorar. Y cuando trabajás en grupo es mucho más fácil traer especialistas o acceder a tecnología. En solitario, es casi imposible”, sostiene Torre.

En un contexto político y económico que sigue siendo adverso, la Regional eligió un camino distinto: invertir en conocimiento y en la fuerza de lo colectivo. “Esa es la apuesta. Y eso siempre rinde”, concluye Torre.

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