Cosecha de cebada: estrategias clave para no regalar kilos en un año climático bravo

Con la helada de octubre aún pegando fuerte y la trilla a días de arrancar, los productores del sudeste bonaerense ajustan cada detalle para evitar pérdidas y defender la calidad.

La cosecha de cebada en el sudeste bonaerense llega con un condimento extra: la helada de fines de octubre, que dejó pérdidas del 20 al 30% en cebadas y trigos tempranos, y en algunos casos extremos hasta 80%. En ese contexto, la campaña se vive como un partido ajustado, donde cada decisión puede sumar o restar kilos en un año donde ya se arrancó en desventaja. El desafío ahora es no perder en el alargue.

Aunque la trilla está cerca, todavía es momento de mantener el monitoreo: las isocas desgranadoras (Faronta albilinea) y la militar verdadera (Pseudaletia adultera) avanzan en esta etapa y pueden provocar pérdidas significativas. También es el momento de revisar seguros de granizo, incendio y viento, porque diciembre suele plantear tormentas y contratiempos que complican el cierre del ciclo.

En logística, cada minuto importa. Productores de la región recuerdan años en los que, por entrar tarde al lote, se perdieron hasta 1500 kg/ha por vuelco o quebrado. Por eso se recomienda contar con una cosechadora cada 300 hectáreas, y si es cada 200, mejor. La disponibilidad es decisiva para no regalar kilos cuando el cultivo llega justo.

Una vez en el lote, el foco pasa a la regulación: calibrar la trilla es clave para preservar calidad y evitar descuentos. El INTA recomienda pérdidas máximas de 100 kg/ha (unos 20 dólares por hectárea), pero en promedio se miden 150 kg/ha, lo que marca cuánto se juega en esos ajustes finos. Este año, con lotes afectados por heladas y presencia de grano chuzo, la regulación se vuelve todavía más exigente.

El otro aliado es la tecnología. Calibrar correctamente el monitor de rendimiento permite no solo evaluar la campaña, sino también «cosechar datos» que servirán para decidir el manejo del año siguiente. Cuando hay volcado o quebrado, los puntones levantamieses hacen una diferencia enorme: se han registrado mejoras de hasta 400 kg/ha solo por incorporarlos, y en situaciones críticas hubo que trillar a 3 km/h para no resignar 1500 kg/ha.

Las muestras periódicas siguen siendo una herramienta indispensable para conocer la calidad real del grano entregado o almacenado. Una vez en silo o silobolsa, el control tiene que continuar para no perder lo ganado con tanto esfuerzo durante la trilla.

A la vez, el riesgo de incendios obliga a adoptar medidas preventivas: limpiar las zonas de acumulación de granza varias veces al día, tener matafuegos, y evitar trabajar con más de 35 °Cmenos de 30% de humedad relativa, o viento norte fuerte. Todo suma para evitar un problema mayor.

Las fallas en la cosecha también repercuten en el cultivo siguiente. La presencia de cebada guacha incrementa costos; una mala distribución de cola puede generar fallas en la siembra de soja de segunda; y esos sectores del lote suelen volverse refugio para babosas y bichos bolita, además de mostrar suelos más fríos y menos nitrógeno disponible, comprometiendo el cultivo del año siguiente.

 

En definitiva, producir cebada es un juego de ingenio, donde se administran simultáneamente variables técnicas, climáticas y logísticas. En un año condicionado por la helada y la presión ambiental, el resultado final dependerá de qué tan bien se logre regular, monitorear y coordinar en equipo cada una de las etapas. Porque en diciembre, más que nunca, la cosecha define tanto el presente como el próximo ciclo.

Agrolatam.com

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