El biodiésel y el bioetanol pegaron saltos muy por encima de la inflación y explican buena parte del encarecimiento en los surtidores, aun con el petróleo a la baja.
El mercado de combustibles argentino cierra 2025 con una dinámica que se desacopló de la tendencia internacional y que incluso superó a la inflación proyectada. El factor determinante, según los cuadros oficiales, fue la actualización de los biocombustibles, insumo clave para el corte obligatorio de naftas y gasoil. Entre enero y diciembre, registraron aumentos que van del 37% al 63,5%, luego de un 2024 donde -coinciden las empresas- el precio había quedado fuertemente atrasado.
El biodiésel fue el que más trepó: pasó de $1.085.887 por tonelada en enero a $1.775.230 en diciembre, lo que implica una suba del 63,5%. Si la comparación se hace contra diciembre de 2024, el salto es aún mayor y llega casi al 67%. Este incremento impacta de lleno en el gasoil, dado que el biodiésel es el insumo central del corte obligatorio, que en noviembre fue reducido del 7,5% al 7%.

El bioetanol, con un corte del 12% en naftas, mostró un comportamiento más moderado pero igualmente relevante. La variedad de caña de azúcar avanzó de $717.880 en febrero a $963.926 en diciembre, mientras que la de maíz subió de $657.962 a $883.464 en el mismo período. En ambos casos, el ajuste anual ronda el 37%, con una correlación cercana a la evolución del tipo de cambio, aunque presionando los márgenes de las refinadoras.
En el mercado estiman que, por cada punto que aumentan los biocombustibles, el impacto en surtidor ronda entre 0,1% y 0,2%. Este factor, sumado al incremento de los impuestos ICL e IDC -que acumularon subas del 45% al 53% hasta noviembre-, terminó de empujar los precios al público. Así, la nafta súper en CABA cerró el año promediando $1630, con un alza del 47%, mientras que la premium llegó a $1850.
El contraste llama la atención porque, en paralelo, el precio internacional del petróleo cayó 10 dólares en el último año, pasando de US$74 a US$64. Sin embargo, la explicación oficial es que el barril criollo seguía «atrasado» y debía reacomodarse hacia la paridad de exportación, lo que terminó sosteniendo nuevos incrementos internos.

Para Claudio Molina, especialista en bioeconomía, la escalada del biodiésel responde principalmente al costo del aceite crudo de soja, que representa más del 80% del precio final. Solo entre diciembre de 2024 y diciembre de 2025, el valor del aceite aumentó más del 10% en dólares, mientras que el tipo de cambio trepó 41%, llevando el ajuste en pesos a casi 55%. A eso se suma la corrección del atraso heredado del año previo. Molina recordó que las fórmulas polinómicas previstas en la Ley 27.640 se incumplieron de forma recurrente, y recién en noviembre el precio del biodiésel se alineó parcialmente con esas metodologías.
La industria del biodiésel atravesó incluso un momento crítico en octubre, cuando quedó prácticamente paralizada al no poder cubrir costos con los valores fijados por Energía. Las empresas dejaron de producir y solo entregaron remanentes para mantener gastos operativos básicos.
En un año donde los combustibles locales subieron muy por encima de la inflación general -proyectada en torno al 30%-, la combinación de reacomodamiento de precios, presión impositiva y actualización de biocombustibles reconfiguró por completo la estructura del mercado energético argentino. Un mercado que, pese a tener el petróleo más barato a nivel global, terminó con los segundos surtidores más caros de la región, detrás de Uruguay.

