
El mercado agrícola internacional entró en una nueva etapa. El entusiasmo que semanas atrás despertaban las compras chinas de soja estadounidense comenzó a diluirse. Si bien las operaciones continúan, crecen las dudas de que China alcance las 12 millones de toneladas comprometidas, mientras parte de esos embarques se solapan con la llegada de la cosecha brasileña. El resultado es claro: mayor presión bajista sobre los precios del poroto sudamericano, incluida la soja argentina, y un cambio de humor entre los fondos especulativos, que pasaron de compradores a vendedores.
En paralelo, Sudamérica vuelve a ocupar el centro de la escena. En Brasil, el clima terminó acomodándose tras algunas demoras iniciales y las estimaciones privadas ya hablan de una cosecha de soja de 180,4 millones de toneladas, con la trilla en marcha en estados clave como Mato Grosso y Paraná. Aunque persisten zonas más comprometidas hacia el este, el balance general es positivo y refuerza el liderazgo brasileño en volumen y competitividad exportadora.
En Argentina, las lluvias en el norte permitieron acelerar la siembra y hoy la soja cubre el 75,5% del área, con el 96% de los lotes en condición hídrica óptima. Si bien el avance está casi 10 puntos por detrás del año pasado, se mantiene en línea con el promedio histórico y deja un panorama productivo alentador, con enero como mes decisivo para consolidar rindes.

El maíz muestra una dinámica similar. Las compras externas sobre Estados Unidos siguen firmes, lo que ayudó a sostener precios pese a una cosecha norteamericana abundante. A nivel local, se destaca la fuerte apuesta al maíz temprano: el 77,7% del área ya está implantada, con el 87% de los lotes en condición buena o excelente, atravesando el período crítico. Este escenario abre la puerta a una cosecha temprana cercana a 30 millones de toneladas, lo que podría limitar subas externas y vuelve tentadores los precios superiores a US$ 180 por tonelada para la nueva campaña. Para el maíz tardío, las lluvias en el norte permiten sostener la expectativa de una producción total que podría rondar las 60 millones de toneladas.
En trigo, el frente internacional vuelve a tensarse. Rusia fijó una cuota de exportación de 20 millones de toneladas, el doble que el ciclo anterior, recordándole al mercado que el saldo exportable global sigue siendo holgado. En Argentina, la cosecha avanza al 84,3%, con rindes promedio de 42,9 qq/ha, por encima de los promedios históricos. Sin embargo, el gran talón de Aquiles es la calidad: los bajos niveles de proteína generan descuentos de entre 5% y 8%, obligando a colocar parte del trigo en destinos forrajeros. Aun así, los mayores rindes ayudan a compensar y sostienen el interés vendedor en valores cercanos a US$ 180/185 por tonelada.

Como telón de fondo, el contexto político-comercial no trae alivio. La firma del acuerdo UE-Mercosur volvió a demorarse, esta vez por reclamos agrícolas de Italia, una señal más de que las barreras externas siguen condicionando la estrategia exportadora de la región y, en particular, de la Argentina.
El escenario deja un mensaje claro: hay producción, hay oferta y el mercado es cada vez más competitivo. Para la Argentina, el desafío no pasa solo por producir más, sino por gestionar mejor precios, calidad y decisiones comerciales, en un contexto donde Brasil avanza con reglas claras y escala, y donde cada punto de competitividad cuenta.
