En los últimos 30 años, la soja ha demostrado un avance muy claro en la agricultura argentina. En la actualidad, la superficie cultivada de soja en todo el país supera el 50 % de la superficie cultivable. Esta marcada expansión del cultivo de soja es explicada por la incidencia de varios factores; entre los principales: condiciones del mercado internacional, mejora en los rindes debido a los avances tecnológicos, patrones culturales operados y desarrollo de la industria aceitera. Además, ello también es debido a las condiciones ambientales óptimas que dicho territorio ofrece para realizar este cultivo con resultados satisfactorios. El sistema productivo argentino de soja se caracteriza por su alta productividad, posicionándose como el tercer país productor de soja del mundo detrás de EE.UU. y Brasil, con una producción promedio de 55.22 M/tn en las últimas 5 campañas. Al analizar la evolución de la producción primaria de soja de los últimos 10 años, a partir de datos presentados en la Tabla 1, se concluye que la superficie sembrada y los volúmenes de producción han aumentado 28,30 % y 32,22% respectivamente, mientras que el promedio de rendimiento se mantuvo. Particularmente, según datos oficiales de la Bolsa de Comercio de Rosario en la campaña 2016/17 se sembraron 19,75 M ha, equivalentes al 54,71 % de la superficie total, y se obtuvo una producción total de 53,6 M tn, siendo el promedio 2.837 kg/ha.
Respecto a la industrialización, se pueden diferenciar diversos niveles a medida que avanza la cadena de la soja. El primer nivel de industrialización está principalmente representado por la molienda de soja y extracción de aceite crudo. Al utilizar estos productos derivados de la molienda, harinas, expellers y aceites, como materia prima para la producción de productos más específicos se alcanza un segundo nivel de industrialización más especializado y diversificado. Algunos de los productos que se obtienen en este nivel a partir de harinas y expellers son alimentos balanceados, harinas micronizadas, texturizados, concentrados o aislados. Por otra parte, los productos derivados del aceite son aceites comestibles refinados, biodiesel y lecitinas. Por último, en un tercer nivel de industrialización, se ubican los productos de alto valor agregado, los cuales son producidos con fines específicos requeridos por la industria alimenticia, bioplásticos, cosméticos, etc. En general, estos productos derivan de los productos mencionados anteriormente, responden a nichos de mercado, tienen un costo muy superior y su producción en nuestro país es prácticamente nula. En la Figura 1, se presentan los diversos niveles de industrialización de la cadena de soja en Argentina. Actualmente, la soja y sus principales derivados, aceite, harinas y biodiesel, representan en promedio el 24 % de las exportaciones. Para el año 2017 fue equivalente a 6,4 Mtn de poroto de soja, 32,7 Mtn harina, 5,8 Mtn aceite crudo desgomado y 1,68 Mtn de biodiesel (BCR, 2018). El volumen de exportación de productos de segundo nivel es prácticamente escaso, mientras que los del tercer nivel son mayormente importados a valor muy superior en cantidad ínfimas. En Argentina, el primer nivel de industrialización ha evolucionado significativamente a lo largo del tiempo, como se indica en la Figura 2. La principal causa de dicho desarrollo ha sido el incremento de la producción intensiva de carnes en el mundo, particularmente producción de carne aviar y porcina.
Por ende, según IERAL (2011) la demanda de soja se convirtió en demanda de harina de soja y, a su vez ésta es una demanda derivada de la demanda de carnes aviar y porcina. Existen varios métodos de molienda, sin embargo, el método de extracción de aceite con solvente es el más difundido y adoptado por empresas de gran escala de procesamiento dada su alta eficiencia. Éstas se localizan principalmente en la provincia de Santa Fe (81 %), seguida por Buenos Aires (10,2 %) y Córdoba (6,2 %). Del mismo modo, el proceso de refinación se encuentra concentrado en cinco grandes empresas que lideran el mercado interno y la comercialización de las harinas proteicas que se procesan en forma de pellets para la fabricación de alimentos balanceados (ASAGA, 2014). No obstante, en la última década, se ha adoptado la tecnología de extrusado y prensado de soja, método físico de extracción menos eficiente que el anterior pero adaptable a pequeñas escalas productivas. Este sector surge como consecuencia del cambio del paradigma de comercialización de la soja. El comercio que tradicionalmente operaba como nexo entre la producción primaria y las etapas industriales, se vio afectado por las nuevas tecnologías, como el uso de silo bolsas para acopio o de procesamiento de granos a baja escala. También, por modalidades operativas alternativas operadas por productores, acopiadores de baja escala o cooperativas. Esta relativización de los perfiles comerciales previos ha modelado una relación más fluida entre la producción y la industria. Bajo este nuevo escenario, en Argentina se ha instalado un número considerable de plantas de extracción de aceite por el método de extrusado y prensado. Para el año 2010, en las provincias de Buenos Aires, Córdoba y Santa Fe, el número de plantas procesadoras de pequeña y mediana escala instalado era de 172. Mientras que en el último relevamiento, este número ha ascendido a 334 para la misma región. Sin embargo, se considera que el total de plantas instaladas en todo el país es de aproximadamente 500. En principio, estas plantas comenzaron a agruparse en cámaras representativas por provincias. A partir del año 2017 estas cámaras, que agrupan en promedio 30 plantas cada una, conformaron la Federación Argentina de Biopymes para lograr una mayor representatividad del sector. En la Tabla 2 se presentan los principales aspectos que caracterizan a los dos sistemas de molienda actuales adoptados en Argentina. La eficiencia de extracción de aceite varía del 18 -19 % por el método de extracción por solvente, al 12 -14% al aplicar extrusado y prensado. Del mismo modo, los productos y subproductos obtenidos de estos procesos difieren en su composición debido al aceite residual presente en el subproducto expeller. Se entiende por subproductos oleaginosos a los residuos sólidos resultantes de la extracción industrial de aceite de granos oleaginosos, obtenidos por plicado la capacidad instalada inicial. En la Tabla 4 se muestra la evolución del sector, estimada a partir de datos relevados en diversos trabajos de INTA. Además, se han registrado incorporaciones de unidades de negocios paralelas que utilizan a los productos obtenidos como materias primas, tal es el caso de empresas que producen alimento balanceado, producción pecuaria, biodiesel y productos de soja para consumo humano (texturizados y micronizados).
De dichos relevamientos, además, se concluye que la capacidad instalada promedio de procesamiento de soja por planta ha variado de 24 a 50 toneladas diarias y la mano de obra agrupada alcanza los 3.500 puestos laborales de modo directo. Este tipo de empresas son un ejemplo concreto de desarrollo territorial, dado que aportan al sistema productivo agropecuario: disminución del costo de flete de la soja, mano de obra directa e indirecta y, a los productores pecuarios, la posibilidad de incorporar productos proteicos en sus raciones para aumentar su eficiencia de producción. Es pertinente señalar que a medida que estas plantas se alejan del puerto de Rosario la rentabilidad de las mismas aumenta por apropiación del costo del flete.
Respecto a la comercialización de estos productos, se observa que los principales destinos del aceite desgomado son: las empresas tradicionales refinadoras y productoras de aceite y biodiesel, el biodiesel de autoconsumo, aceite metilado para uso agrícola, empresas de pinturas, etc. Por otro lado, el expeller se comercializa generalmente en un radio de 50–60 km de la planta procesadora con destino a alimentación animal. Es decir, como ración para feedlots, tambos, granjas aviares y porcinas, fábricas elaboradoras de alimentos balanceados. Sin embargo, existen empresas que procesan este subproducto proteico y lo transforman en texturizados de soja y harina micronizada. Finalmente, el análisis del estudio global de esta cadena indica que a pesar de representar la mayor fuente de ingresos para la economía del país, aun en la actualidad sólo posee un primer nivel de industrialización desarrollado. Es por ello, que nuestro desafío como tercer productor mundial de soja es, además de producirla sustentablemente, transformarla y exportarla bajo el formato de productos industrializados, con alto valor agregado y mayor mano de obra argentina, bajo la modalidad de Pymes asociativas de escala y tecnología competitiva. De este modo, sería posible aumentar significativamente los ingresos en Argentina y mejorar su distribución en el interior productivo.
Fuente: INTA por Cecilia Accoroni, José María Mendez