Realizar un análisis de calidad de las simientes que se utilizan para la siembra de trigo es clave para elegir el tratamiento de semillas más adecuado y, así, lograr la germinación y desarrollo inicial del cultivo. Además, se recomienda conocer el perfil sanitario del cultivar y realizar las rotaciones de cultivos para mejorar la acción de los terápicos.
“En esos niveles se recomienda tratar la semilla con terápicos específicos, por encima de esos umbrales se debe descartar su uso como semilla”, apuntó Scandiani, quien agregó: “Es importante tener en cuenta que no todos los cultivares se comportan igual frente a las enfermedades y que, en algunos, un pequeño número de semillas infectadas puede causar mayor daño que en otros cultivares”.
Con el objetivo de optimizar la acción de control de los terápicos, Gabriel Mina –responsable de la línea de terápicos de semillas de Rizobacter– recomendó: “Si se determina la calidad completa del lote de semillas, se conoce el perfil sanitario del cultivar y se realizan rotaciones, el tratamiento de semillas con fungicidas puede tener un papel muy destacado en el control y retraso de las enfermedades foliares”.
Elegir el tratamiento adecuado
Se llama terápicos de semillas al conjunto de productos que protegen las semillas y las plántulas del ataque de hongos e insectos durante el desarrollo inicial del cultivo. En el mercado, existen diversos tipos de curasemillas según su modo de control: hay productos que son sólo fungicidas y otros de protección integral que suman una acción insecticida.
El último avance de la ciencia en materia de protección de cultivos son los fungicidas de síntesis biológica. “Esta nueva línea de curasemillas, basados en principios biológicos, busca sumar nuevos modos de acción fungicida para minimizar los riesgos de resistencia y agregar mayor persistencia de control”, indicó Mina.
En tanto, Scandiani resaltó que “los biofungicidas de comportamiento endófito resultan una alternativa para tener en cuenta, debido a que muestran grandes ventajas adaptativas y no presentan riesgos de que los patógenos generen resistencia”. Sin embargo, aclaró: “No existe un tratamiento único de control de patógenos de semillas, sino una diversidad de posibilidades según cada situación particular”.
Sobre este punto, surge el caso testigo de Rizoderma. Este biofungicida, desarrollado en conjunto por el INTA y Rizobacter, está basado en la cepa Trichoderma harzianum 2 (Th2) y permite controlar la mayoría de los patógenos de gran relevancia en cereales de invierno, como Fusarium, Drechsleras, Bipolaris, Tilletia, Ustilago y Alternaria.
“Los tiempos cambian, las tecnologías evolucionan y los técnicos se capacitan en forma constante. Por eso, desde Rizobacter desarrollamos e investigamos nuevas tecnologías de protección biológica que no sólo son más sustentables con el ambiente, sino que además resultan más efectivas que las tradicionales que existen en el mercado”, destacó Mina.
Por último, ambos especialistas recomendaron que, a la hora de elegir un curasemilla, lo primero que deben realizar los productores es acercarse a su laboratorio de confianza para conocer la calidad germinativa y sanitaria de la semilla. Seguidamente, es vital rotar los modos de acción y prestar mucha importancia a su aplicación. “Producto que no se adhiere sobre la semilla no es efectivo y mucho menos persistente”, advirtieron.