Se trata de Green Moon Project, una empresa que tiene como meta desarrollar tecnología para lograr cultivos esenciales en la Luna o Marte, que permitan el desarrollo sustentable de la vida espacial. “La hipótesis central es que la planta crece más rápido en la Luna que en la Tierra”, señala José María Ortega, coordinador general de la compañía. “Nuestros pilares son la geología planetaria, la biología vegetal y la ingeniería aeroespacial”, destaca el empresario, para quien se trata de un proyecto que “tendrá rentabilidad a futuro”.
En este sentido, aclara que enviar “algo” al espacio es muy costoso, por lo que es necesario ser sostenibles en función de lo que allí se encuentra. “No es solo echar semillas, necesitamos generar atmósfera y ambiente a través del uso de ingeniería, si queremos cultivar allá”, especifica Ortega.
Todo comenzó en 2016, cuando un grupo de universitarios se presentó a la convocatoria internacional Lab to Moon organizada por TeamIndus, el equipo indio que participaba en la Google Lunar X Prize. Esta era una competición que buscaba potenciar la inversión en futuras misiones privadas a la Luna promocionada por Google y la fundación XPrize. Aunque el premio quedó desierto, para Green Moon Project fue una gran oportunidad. “Nosotros dejamos de ser un proyecto universitario para ser más profesionales y conformar una empresa”, detalla Ortega, quien junto a Jesús Martínez Frías, Jorge Pla García, Eva Sánchez Rodríguez y Juan Hernández Narváez lidera la compañía.
El proyecto continuó evolucionando y madurando, y hasta cuenta con el apoyo de la Universidad de Granada y de científicos planetarios españoles con experiencia en la NASA y en la Agencia Espacial Europea. También trabajan en conjunto con Innoplant, una compañía española especializada en la tecnología e investigación agrícola. “Ellos hacen lo que nosotros queremos extrapolar a Marte o a la Luna. Adaptar a un determinado cultivo a un suelo para el que no estaba preparado”, indica.
El mayor paso lo dieron en septiembre de 2019, cuando firmaron un acuerdo de colaboración con el Centro de Exploración Espacial chino (COSE, por sus siglas en inglés). El organismo asiático fue el primero en lograr que una semilla de algodón germinara en un miniecosistema lunar en la cara oculta de la Luna, en enero de 2019.
“Esa fue la primera piedra: el primer cultivo en un cuerpo celeste y natural”, observa Ortega, quien contó que en cuanto se enteraron de la hazaña china, se pusieron en contacto con el centro para trabajar en conjunto. El próximo objetivo es enviar una cápsula que integre las combinaciones y aportes de ambos equipos para conocer cómo serán las plantaciones en el espacio.
Luna y Marte: condiciones
Tanto en la Luna como en Marte las condiciones son muy diferentes a las de la Tierra, desde las bajas condiciones de gravedad lunar y marciana -que de acuerdo a Ortega facilitan el transporte de nutrientes en la planta- hasta las diferencias de temperatura entre el día y la noche que hay en la Luna y la radiación. En las recreaciones deben trabajar combinando todos estos inconvenientes, por eso, en la actualidad la empresa realiza distintos ensayos en Lanzarote, que es una de las islas Canarias. “Es el sitio de la Tierra que más se parece a la Luna y Marte”. Se trata de un “auténtico laboratorio natural que sirve de análogo planetario”.
“Pretendemos entender muy bien cuáles son esas condiciones, así nosotros podemos fabricar y construir nuestros propios invernaderos y cápsulas que integren toda la tecnología necesaria para desarrollar el cultivo y entender de qué manera lo hará bajo esas condiciones únicas de ese planeta. Para eso necesitamos saber la interacción de la planta con los distintos regolitos que llevaremos a las cápsulas”, aclara Ortega. El emprendedor estima que entre fines de 2022 y principio 2023 harán el envío espacial.
En la cápsula, que arribará en la Luna, planean enviar cuatro probetas con cuatro tipos de suelos para estudiar cómo hacer la germinación sobre esos suelos. En una habrá tierra estándar, otra será el JSC-1A, que es el simulante de rigolito lunar por excelencia, y los otros dos son el “Lanzarote 1” y “2”. En cada probeta colocarán el mismo tipo de semilla para ver cómo funciona bajo las condiciones de gravedad. “Esto es importante porque el nuevo concepto son los recursos in situ, es decir, la utilización de recursos que se encontrarán en el destino”.
“Esto es el inicio. Para tener grandes invernaderos allá en la Luna primero tenemos que entender cómo es el cultivo bajo esas condiciones particulares”, agrega.
En los próximos días, la empresa lanzará una nueva ronda de inversiones de medio capital con rentabilidad a mediano y largo plazo. Según estima Ortega, el desarrollo total de la cápsula asciende a un costo de un millón de euros.